Machu Picchu a la medida - 2 de Abril de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 674593117

Machu Picchu a la medida

Quien comenta todas estas cifras es Admil Arce, experto guía de la empresa Mountain Lodges of Peru (MLP), que lleva 10 años operando distintas rutas en la zona. Es la tarde de un sábado de marzo y en un hotel de Cusco estamos reunidos quienes al día siguiente emprenderemos una nueva travesía para llegar a este famoso sitio arqueológico. Una aventura que será distinta, ya no por los caminos típicos y saturados de gente, sino por valles y pueblos aledaños que recién se están abriendo al turismo.

Por eso todos escuchamos atentos. Desde mañana, seremos siete personas -dos estadounidenses, dos brasileñas, una chilena y dos guías peruanos- caminando en lugares que, al menos en la voz de Admil Arce, se escuchan salvajes y solitarios. La llamada "Ruta Lares" espera por nosotros.

DÍA 1. El desafío de la altura

Son las siete y media de la mañana y una van ya nos espera afuera del hotel. Es parte de la gracia de Lares, la nueva ruta que está operando MLP desde fines de 2015. El día anterior, en la reunión, los guías Admil y Yuri Castro nos han explicado la dinámica. Cada noche deberemos indicar qué actividad nos gustaría hacer al día siguiente, entre dos opciones clasificadas con la letra A y B. La A siempre será la alternativa "cultural"; la B, la "outdoor". A veces incluso habrá una tercera opción, la C, la actividad "extrema".

Para este primer día, con los estadounidenses -Lauren, una estudiante de Educación, y Dylan, que va a una academia militar; ambos de 22 años- escogemos la opción B: un trekking cerca del pueblo de Pisaq, a una hora de Cusco. En cambio las brasileñas -María, 50 años, gastroenteróloga, y Alessandra, 45, enfermera- optan por la A, una visita al centro textil de Awanacancha, también cercano.

Así que nosotros partimos a Pisaq y luego continuamos hasta Amaru, una localidad a cuatro mil metros de altura donde solo se ven, además de majestuosas montañas, sencillas casas con toros de cerámica en sus techos (dicen que para la buena suerte) y campesinos. Atravesamos el pueblo por sus sinuosas y empinadas calles de tierra. Bajamos de la van. Entonces, el guía Admil de inmediato comienza a buscar algo con la mirada y dice:

-Ya deberían haber llegado.

Cinco minutos después aparecen por una colina dos campesinas con dos burros. Visten coloridas ropas tradicionales y entre ellas hablan quechua. Esmeralda, de 30 años, y su hija Alicia, de 11, serán nuestras guías locales y nos acompañarán durante toda la caminata de este día, que cubre ocho...

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