Un lujo de Patagonia - 22 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 544908430

Un lujo de Patagonia

Es primavera en el Parque Patagonia, casi dos mil kilómetros al sur de Santiago.

El cielo está azul y lo cruzan nubes blancas que hacen correr sus sombras por las laderas; y aunque el sol deja andar en mangas de camisa, nunca se sabe: solo dos días atrás el panorama era de viento y lluvia.

Son casi 70.000 hectáreas que pertenecieron a la Estancia Valle Chacabuco en la región de Aysén, las que en el año 2004 Conservación Patagonia, fundada por Kristine Tompkins, compró para recuperar sus praderas erosionadas por el sobre pastoreo de muchos miles de ovejas a lo largo de los años, y llegar a convertirlo en parque nacional. La intención es algún día entregarlo al Estado chileno, luego de haber abierto senderos y rutas de trekking, y de haber levantado la infraestructura necesaria para todas las actividades de un parque y su cuidado.

Es como una ciudadela en un valle verde. Un pueblito de apariencia antigua y árboles altos, con jardines y prados, que por el colorido y las formas de sus construcciones lleva a pensar que ha estado ahí desde siempre.

Pero todo es nuevo; confortable y con una nobleza de materiales cercana al lujo.

La primera piedra del proyecto arquitectónico que Douglas Tompkins trabajó junto al arquitecto Francisco Morandé, se instaló hace poco más de nueve años.

Cuenta Morandé que las antiguas construcciones de la estancia estaban hechas un desastre. Que solo quedaba el casco de algunas casas de zinc ondulado, construcciones muy precarias y sin ninguna aislación, que usaron para instalarse y comenzar los trabajos. Recuerda que hubo noches con -20 grados en las que debieron dejar las llaves de agua corriendo para que no reventaran las cañerías; pero no son más de seis días al año así, lo normal es que no baje de los -7 grados en pleno invierno.

El proyecto de infraestructura incluyó diversas construcciones y la intención de trabajarlas todas con tipologías, materiales y mano de obra de la zona, con el fin de rescatar oficios tradicionales y cada vez más escasos como el de marquetero, carpintero, mueblista, hojalatero o mampostero. Nada fácil en una zona con 0.5 habitantes por km2 en promedio. Resultó imposible encontrar mano de obra y, menos aún, especializada. Tampoco hallaron en la ruta de la Carretera Austral una arquitectura con sello propio; solo construcciones precarias. Sí la encontraron en el lado argentino, gracias a que muchos estancieros instalados allá fueron belgas, ingleses, en general europeos, que durante el auge...

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