Liberman versus Chile
-Así les doy, chilenos boludos.
Martín Liberman, 42 años, hijo de un comerciante de electrodomésticos de ascendencia judía y una dueña de casa de ascendencia rumana, nacido en el barrio de Villa Crespo, en el centro de Buenos Aires, que estudió un año de ingeniería comercial y otro de publicidad, que estudió periodismo en la escuela de Marcelo Araujo y Fernando Niembro, que lo apodaban "fideos con tuco" cuando niño, sabe que del otro lado de la cordillera no le dejan pasar una. Que, si llega a mencionar a Chile en alguna de sus plataformas, el odio se le avecinará como una lluvia de flechas: así le pasa desde 2008, dice, desde que criticó por primera vez a Alexis Sánchez, entonces jugador de River Plate.
-!No tiene por qué gustarme¡ ¿Por qué tendría que gustarme? ¿Cuál es el problema si lo digo de corazón? Cuando se den cuenta de que estoy peleado con Messi, con Maradona, van a entender que yo no critico por nacionalidades -dirá luego en su defensa.
Pero el año pasado le cayó otra vez. Dijo que Sánchez era un jugador sobrevalorado. Un invento; también dijo que Arturo Vidal era un crack, pero al mismo tiempo un matón. Y en enero, tras una discusión con un seguidor que le enrostró un gol de Alexis similar al último penal de la final de 2015, selló el entrevero con un toque de bencina: "Con el mejor equipo chileno de la historia, lo máximo que lograron fue empatar ambas finales para luego ganarlas x penales #lascosasensulugar".
Le dijeron de todo.
Y se formó una batalla.
-Y pensar que yo los requiero a los chilenos. Y no voy a creer que el mundo de Twitter representa a un país -dice ahora Liberman, bajándose la manga, aflojando bíceps y tríceps, con su sonrisa inclinada-. En serio. Yo los amo.
Yo, Liberman
Martín Liberman no usa ascensores. Él sube escaleras. No importa si tiene que subir un piso o 300 mil escalones, Liberman prefiere oxigenar la sangre, y por eso además corre 10 o más kilómetros por día. Cuesta seguirle el paso, y más todavía si uno es un sedentario con sobrepeso que los sigue por dos días durante sus actividades. Ahí va Martín Liberman: domingo, a las 21 horas, entrando a los estudios de FoxSports en el barrio de San Telmo, el canal del que participa desde su fundación, pasando a una oficina, estrechando manos, hablando fuerte, marcando presencia. Mete una tarjeta a una máquina de bebidas. Saca una Pepsi Light. Sube una escalera, y luego otra, y luego dobla por un pasillo para entrar a un camarín donde está su casillero, con una foto suya y otra de su hijo Blas, de 7 años. Su vestuarista, Cecilia, también está ahí: y sabe que, como casi siempre, no lo va a conseguir.
-Esta chaqueta voy a usar esta noche -dice Martín, sosteniendo una chaqueta rosada, que combina de forma temeraria con sus zapatos artesanales color salmón y con su pelo color rojo.
-Martín se manda solo -dice Cecilia-. Esto no le queda bien. Es del mismo tono que él.
-Con Ceci nos peleamos mucho -dice Liberman-. A mí me gusta lo estridente. Para mí esto es un show, y como tal hay que estar bien arriba.
Ahora Martín pasa a maquillarse. Afuera, José Manuel "Bambino" Pons, relator de Fox que corea los goles con melodías de canciones, disecciona a Liberman: dice que es directo, que quizá a una porción de chilenos les molesta su forma de decir las cosas porque representa al porteño canchero, porque es canchero y tiene un carácter firme. También dice que los que están en el panel fueron elegidos por él, porque si a Martín no le cae bien una persona, siempre va a tratar que esa persona no esté. "Los que estamos acá es porque él los eligió", dice Pons. "O nos pidió o está de acuerdo con que los ponga la empresa. Si la gente conociera a Martín como persona, tendrías otra opinión de él. Por la tele se ve arrogante, porque se planta ese petiso y te tira una bomba que te liquida".
21:45 horas. La cabeza de Martín debe estar procesando: cuando quedan 15 minutos para que comience su show, dijo antes, recién piensa en...
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