El legado insolente de Lily Garafulic - 13 de Octubre de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 947500848

El legado insolente de Lily Garafulic

Era atrevida: rompió con los cánones de su generación en los años 30 al desafiar convenciones y proclamar a los cuatro vientos que nunca se casaría, que su marido era la escultura y que los niños no le atraían, por lo tanto, no tendría hijos. Era deslenguada: en 2009, cuando se le recordaron las críticas políticas que recibió por aceptar dirigir el Bellas Artes en plena dictadura, respondió: "Dicen que soy una persona de extrema derecha, cuando es generosa la opinión, cosa que a mí me da mucha risa. Se me ha acusado de pinochetista: me entra por una oreja y me sale por la otra". Era intensa: conocer Isla de Pascua, en 1960, la dejó un año sin trabajar, tan fuerte fue el impacto. De ese silencio creativo nació una de las series más notables en su trabajo de 70 años: sus célebres Aku-Aku, los espíritus mágicos. Y era obsesiva: en 1969, con la llegada del hombre a la Luna, cristalizó otra marca en su obra: su serie de 15 lunas en mármol y bronce, que terminó de proyectarla en el extranjero. Cuarenta años después, Lily Garafulic, Premio Nacional de Artes Plásticas 1995, repasaba sus epifanías:"Una fue cuando Armstrong llegó a la Luna o cuando fui a Isla de Pascua: de ahí salieron los Aku-Aku. Pero uno de mis mayores deslumbramientos lo viví cuando descubrí, por casualidad, la esencia de la madera. Con ella, así como con el bronce, el mármol o la piedra, tú te pones de acuerdo, ellos mandan también, tienen una existencia. Los materiales viven", dijo en revista VD de "El Mercurio" en 2009.Pero Lily Garafulic Yankovic, nacida en Antofagasta en 1914 como la menor de nueve hermanos de un matrimonio de inmigrantes croatas burgueses, tuvo, además, un rasgo de carácter que definió su obra artística: la determinación de cumplir su vocación. De mente clara y con tozudez, desafió a sus padres y entró a estudiar a Bellas Artes a los 20 años, en 1934, cuando no se esperaba que las chilenas fueran a la universidad. Ya tenía seguridades. Sería escultora porque el descubrimiento de los materiales la convocaba con pasión y el trabajo físico -desbastar, tallar, cincelar, modelar, pulir- nunca le causó aprensión. Y porque había descubierto -lo repitió sin cesar durante siete décadas- que, con la madera, el mármol, el bronce, la piedra, la arcilla, había que mantener un diálogo, que a la naturaleza había que escucharla porque tiene voz. Al madurar, sus ideas vanguardistas la llevaron a incorporar el mosaico, los vitrales, la pintura, y hasta tachuelas.Desde su taller en Bellas Artes, al que se llegaba a través de un patio donde reinaba una...

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