Leer a González Vera - 9 de Febrero de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 702405437

Leer a González Vera

Quiñones era de Valparaíso y lo ubicábamos bien. Andaba siempre preparando alguna antología de poetas porteños, y respondía de la misma manera a la reiterada pregunta de don Carlos acerca de qué autores incluiría: "Ya lo verán, ya lo verán", y se alejaba enseguida, raudo, por las calles céntricas de la ciudad, caminando con una dificultad que León atribuía a unos incómodos juanetes.

De Violeta Quevedo y José Santos González Vera no sabíamos nada, y lo que hacíamos era continuar mencionando a nuestros autores norteamericanos y europeos favoritos, sin prestar mucha atención a las indicaciones de don Carlos. "A Fitzgerald le gustaban los ricos", descalificaba nuestro profesor, y volvía con lo de siempre: "Lean Kim". "Lean a Knut Hamsun". "Lean a González Vera". Con "Kim" se refería a la célebre novela de Kipling, y de Hamsun lo único que sabíamos era que había sido lectura preferida de Hans Kelsen, el más importante teórico del Derecho del siglo en que nos encontrábamos. Hasta que finalmente leímos algo de González Vera para descubrir una prosa de gran calidad, parecida a la del propio Carlos León. Supimos también que González Vera había nacido en 1897 y muerto en 1970. De manera que al recibir ahora un ejemplar de "Alhué y otras prosas", editado por la U. Diego Portales, pude releer al notable escritor chileno e ídolo de don Carlos. Creo que hasta oí de nuevo la voz de este ordenando: "Lean a González Vera".

El delgado volumen incluye "Alhué", desde luego, y otros textos breves del autor. En esa localidad (estamos más o menos en 1910), a la hora del tren se abrían todas las puertas de las casas del pueblo y los que no salían para tomar el convoy lo hacían para observar a los que llegaban. Hasta la hora del arribo del tren las calles eran inútiles, porque nadie las frecuentaba. Permanecían mudas, desiertas, escondidas. Eran puro paisaje y salir al balcón resultaba ocioso. Era la llegada del convoy la que proporcionaba la evidencia de que el pueblo estaba habitado, y su población, viva.

Así es como escribe González Vera: distante, triste, lacónico, con una punta de humor, recordando el lugar...

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