Las lecciones que deja a los chilenos una clase de español para haitianos - 11 de Diciembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 655087981

Las lecciones que deja a los chilenos una clase de español para haitianos

-"La" paga- responden sin demora los nueve alumnos, entre ellos un niño de 12 años, reunidos el martes pasado desde las siete y media de la tarde, en una sala subterránea del convento San Agustín, en pleno centro de Santiago.

Hay risas contenidas. Es raro que todos contesten a la pregunta que hace el profesor de español, James-Kelly Joachim, haitiano, como todos sus alumnos.

Entre las cuatro mujeres y cuatro hombres que asisten a esta clase, hay una parvularia, un mecánico, una abogada y varios estudiantes.

El tema de la sesión es el género de las palabras, pero los alumnos tienen otras inquietudes.

"¿Paga y pega es igual?", pregunta Maxius Thelemaque, golpeando cada palabra, intentando dominar un idioma que le es ajeno.

James responde que pega viene del verbo pegar. Y que en Chile suele usarse también como sinónimo de trabajo. "O n apprend des mots de l´espagnol (aprendemos palabras del español). No vamos a aprender a usar cachái ni esas palabras aquí", les dice.

"¿Qué es gallina?". "¿Qué es amistad?". "¿Qué es tarea?". "¿Qué es humanidad?". Las dudas de vocabulario se multiplicarán durante la hora y media de clases.

Sin trabajo

Según datos de la PDI, a Chile llegan, en promedio, 170 haitianos cada 24 horas. La cifra ha crecido sobre todo en el último año: en el primer semestre de 2016 ingresaron 20.196 haitianos, ocho veces más que los que llegaron en todo 2013.

Cuando aterrizan aquí, muy pocos hablan castellano. Por eso, junto con la inmigración, también han crecido las ofertas de cursos de español en iglesias, sedes sociales y bibliotecas. Las del convento de San Agustín comenzaron en noviembre, y a ella acuden entre 5 y 25 alumnos por clase, según el día.

"Algunos no hablan español. Los que tienen uno o dos años (en Chile) hablan algunas cositas, pero los otros no saben ni decir buenos días. Es difícil, porque si no saben hablar, ¿cómo van a trabajar? ¿Quién va a contratar a alguien que no sabe hablar el idioma?", dice James.

Por eso él se esfuerza porque aprendan a conjugar los verbos, que sepan los pronombres y les insiste en que repitan y anoten en sus cuadernos las partes del cuerpo: rostro, vientre, oreja...

-Si llegas a un supermercado y vas a comprar, y alguien te dice: "¿En qué la puedo ayudar?". ¿Qué le dices tú?- le pregunta el profesor a Nurdith Louis, una joven de polera fucsia que en Haití trabajaba como abogada en una notaría, pero que en Santiago atiende un restaurante.

-Por favor, ¿ t chienen pan?

-Es "tienen"-la...

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