Joséphine Baker - 28 de Noviembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 697830241

Joséphine Baker

Dos años antes había publicado sus memorias. Así se supo de su origen humilde, en un condado de St. Louis, Missouri, hija de madre negra y padre español. Desde muy niña se expresaba espontáneamente a través del baile, sin seguir los cánones establecidos, al ritmo del jazz. A los 14 años ya era parte de una compañía de vodevil, y estando de gira conoció al guitarrista Willie Baker, que en 1921 se convirtió en su segundo marido y de quien conservó su apellido artístico tras dejarlo para probar suerte en Broadway. Estando en una comedia musical de gran popularidad entre la población de color, un empresario estadounidense le ofreció llevarla a Francia y convertirla en estrella. En octubre de 1925 la bailarina debutaba en París con el espectáculo que se conoció como la "Revista negra", donde acompañada de una banda de jazz, deslumbraba con su exótica forma de bailar, por sus audaces atuendos de plumas y frutas (como una minifalda de plátanos), bajo un ritmo desconocido para los europeos como era el charleston, que rebautizaron como "danza salvaje".

Ya a comienzos de 1927, en sus "Crónicas parisienses", Roxane (la célebre directora de El Peneca) describía a los lectores de la revista Zig Zag el éxito que la danzarina tenía en el famoso cabaret Folies Bergère, hasta donde llegaban no pocos "respetables señores de barba blanca" desde Chile. Sus extravagancias eran periódicamente cubiertas por el semanario: la artista tenía un automóvil de cada marca europea, amarraba su perro con un collar de perlas que había sido de una reina y todos los días recibía propuestas de matrimonio de príncipes, nobles e industriales millonarios. "Gana tres millones de francos por año, pero gasta seis, y sin embargo no tiene ni una sola deuda. !Matemáticas del amor¡", describía el cronista Miguel Santiago Valencia en 1928. De ahí que cuando la celebridad anunció visita a Sudamérica, surgieron expectativas de que llegara a escenarios locales.

Pero las dificultades para traer a la Baker no eran solamente "pecuniarias". Durante su temporada de presentaciones en la sala Astral de Buenos Aires, junto con llenarse de espectadores a diario, surgió la controversia debido a que parte del público consideraba que su espectáculo no solo era "inmoral", sino que también vergonzoso e "indigno de un público civilizado", aludiendo a la suerte de desenfreno selvático que la "impúdica Venus" exhibía en sus bailes y gestos: "hace apenas media hora que esta mujer brincaba epilépticamente...

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