Introducción al estudio del estructuralismo y el derecho - Estructuralismo y derecho - Libros y Revistas - VLEX 1027410039

Introducción al estudio del estructuralismo y el derecho

AutorAntonio Hernández Gil
Páginas13-41
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INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL ESTRUCTURALISMO Y E L DERECHO
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL
ESTRUCTURALISMO Y EL DERECHO
ANTONIO HERNÁNDEZ GIL
1. Justificación de un análisis estructural del derecho
El estructurali smo ha a lcanzado —o tal vez no ha podido evitarlo— los aires
de una moda in telectual. Por eso unos camina n hacia él mientras otros se conside-
ran de vuelta. En cuanto se tiene conciencia de que algo es o está de moda tiende a
dejar de serlo, a quedar desbordado. Porque hay en la moda una peculiar combina-
ción de lo reiterado y coincidente con lo inédito y original. Si en estos momentos
dijera que el intento de poner en contacto el estructuralismo con el derecho es una
concesión al «suceso» de l a moda daría una explicación superficial, propicia, sin
duda, a las fáciles cr íticas. Aunque pudiera invocar que el conocimiento jurídico
todavía no se ha revestido de los indumentos del análisis estructural, se me respon-
dería tal vez que no merece la pena intentarlo un poco a d eshora. Hay, sin embar-
go, que distinguir entre la trivialidad de la moda y el afán perseverante por agotar
todas las posibilidades del s aber. Una reflexión crítica sobre los problemas de la
cien cia no p uede pl antear se en los términ os frív olos de l a simpl e moda n i
consiguie ntemente resolverse por co ncesiones a la misma. Pero al pensam iento
ávido de sí y de sus poderes explicativos n o es legítimo cercena rle ni refrenarle con
bridas de ninguna clase. Si la estricta tentación por lo que se lleva no constituye
justificación bastante para una empre sa científica, sí es legítima la tensión por la
novedad. El pensamiento pugna siempre por romper y por irrumpir. En este senti-
do el estructuralismo todavía ofrece un campo de cuestiones y un modo de operar
dignos de nuestra atención. Me refiero, claro es, a l estructuralismo serio y riguroso
que, remontándose a Saussure, se ha desarrollado fundamentalmente en la lin güís-
tica para ex tender se lueg o a otros ámbitos . Exclu yo, por supues to, much as
banalidades e improvisaciones que se contentan con exhibir la etiqueta estructuralista
sin comprender su significado profundo.
En el mundo de las inquietudes intelectuales uno ha de hallarse siempre dis-
puesto a tra nsitar cuantos caminos sean posibles, aunque al cabo se vea en el trance
del cambio de rumbo. Todo el que ponga lími tes a la curi osidad o diga no de
antemano recorta de algún modo sus alas. El conocimiento científico es un proceso
fluyente que pugna con las limitaciones y no puede darse por terminado. Nunca
estamos en condiciones de decir «esta es la meta», ni siquiera «este es el camino».
La aspiración por el perfeccionamiento del ins trumental cogn oscitivo es un ince-
sante inconformismo. Cada época e incluso cada pensador tienden a considerarse
dueños de los resortes de la verdad porq ue resulta difícil realizar un estudio sin
pretensiones de logros definitivos. La investigación cientí fica viene estimulada por
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una curiosa mezcla de apasiona miento y criticismo, de fervor y de duda. Por eso la
cultura y la ciencia son el fruto eternamente inmaduro de la colaboración de las
sucesivas generacio nes; de u na co laboración que no debe tanto al s ometimiento
como a la discordia. Colaboración y discordia no son incompatibles. Cua ndo en el
arte se llega a todos los perfeccionamientos imitativos de la realidad, la sensación
de límite s e rompe por los numerosos cauces que van desde el impresionismo hasta
las simplificaciones geométricas. Cada ver que la ciencia parece haber alcanzado su
cénit se le plantea el problema de la renovación. El arte conoce el fenómeno del
retorno a la perfección que es el clasicismo. En la ciencia, mucho más iconoclasta,
carece de sentido el estricto volver. Las ver dades de ayer son los errores de hoy
como las verdades de hoy son los errores de mañana. Si a veces el «error» no es la
palabra adecuada, siempre lo será esta otra: «la ins uficiencia» de lo conseguido.
2. De la progresiva depuración y autonomía de los saberes ci entíficos a las
relaciones interdisciplinarias
Todo el proceso de la formación de los sabere s y la demarcación de los mis-
mos en ciencias particulares respon de al doble fenó meno d e la depura ción y la
autonomía.
Por depuración entie ndo el a islamiento del saber respecto de ingred ientes
que no son científicos o que han deja do de serlo a una determinada escala cultural.
Puede decirse que son tres los niveles culturales: el inconsciente, el reflexivo y el
crítico. El nivel cultural i nconsciente refleja todo aquello que en el hombre, por el
hecho de serlo y de convivir, n o es naturaleza, con lo que se descarta, antropológica
e históricamente, la posibilidad de un estado previo de simple naturaleza no asisti-
do de fermento cultural alg uno. Las manifestaciones cultur ales mínimas de ese
nivel son el lenguaje y el mito. El nivel cultural reflexivo abre las puertas del saber
consciente, en cuanto se sabe adquirido, y en el que son distinguibles el cuadro d e
las cre encias y el cuadro del conocimiento discursivo. El nivel cultural crítico es el
dom inado por la cien cia, q ue, fo rmad a con a rras tres m ítico s, ide ológ icos,
confesionales, políticos, etc., tiende pr ogresivamente a depurarse, elimin ando todo
lo que no sea apodíctico, demostrable, susceptible de conocimiento sistemático, etc.
Mientras el fenómeno de la depuración es el liberarse la ciencia de ingredien-
tes que con el transcurso del tiempo se van reputando como exógenos, el fenómeno
de la autonomía pone de manifiesto, a la vez, el hecho de que las ciencias se extien-
den y se diversifican. La extensión quiere decir que áreas antes no cubiertas por el
conocimiento científico pasan a integrarse en este. En tal sentido es claro que la
ciencia h a ido apoderándose de manera incesante (insaciable quizá ) de la filosofía.
La absorción inicialmente se manifestó medi ante la constitución de zonas separadas
adscritas a las ciencias particulares. De esta forma, la conversión de un saber filosó-
fico en científico vino a si gnificar el log ro de un perfeccionamien to cognosci tivo
que se alcanzó más pr onto en el campo de las matemáticas y de las ciencias físicas.
Durante mucho tiempo la reflexión sobre el saber mismo, esto es, la temática gene-
ral del conocimiento y sus múltiples problemas, siguió perteneciendo a la filosofía.
Si y a no podía albergar el saber íntegro, todavía gozaba de cierta preponderancia;
aunque no equivalía a todo al saber, todos los saberes eran de algún modo tributa-
rios de unos presupuestos filosófi cos. Si la filosofía perdió muchos dominios «terri-
toriales», conservaba, sin embargo, los rasgos esenciales de la vieja armazón y con
ello cierta hegemonía. Esta es la que ha pasado después a conmoverse. La metafísi-

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