La intolerancia como método - 24 de Diciembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 699576077

La intolerancia como método

En este poema de Brecht me hicieron pensar las reacciones de algunos políticos oficialistas tras la derrota de su candidato el 17D. Hugo Gutiérrez, diputado del PC, acusó de "idiotas" a los chilenos que votaron por el ex Presidente Sebastián Piñera; Karol Cariola, parlamentaria de la misma tienda, se quejó de la aparición de demasiados "rubios" en una comuna popular, y una destacada actriz (quien luego se disculpó) acusó de arribismo a los electores piñeristas de áreas populares. Da lo mismo que Piñera haya triunfado en casi todas las regiones, la decepción de cierta izquierda con "el pueblo" expresa su visión de mundo y explica su intolerancia.

Esta merece un análisis, porque es ideológicamente estructural en parte de la izquierda, e influirá en la oposición 2018-22. Se trata de una visión de la historia que arranca del marxismo y que se basa en dos dogmas que se defienden a brazo partido. El primero: solo los partidos de vanguardia de izquierda representan al "pueblo". Nadie más. El segundo: la historia de la humanidad está escrita y transita inexorablemente del capitalismo al socialismo, y culmina en la sociedad comunista.

Son convicciones esenciales del marxismo-leninismo y del socialismo del siglo XXI. Es esta fe ciega lo que lleva a tiendas que alcanzan uno, dos o cinco por ciento de votación a presentarse sin sonrojarse como partidos del "pueblo". Según esa fe, "el pueblo" es "idiota" al votar por partidos que son enemigos de sus intereses, y al actuar en contra de la dirección de la historia y obstaculizar el arribo de la utopía perfecta.

Es esta fe la que lleva a algunos a justificar o idealizar a regímenes dictatoriales de izquierda extintos, como los del socialismo real, que se desplomaron con el Muro de Berlín, o todavía en el poder, como el de Nicolás Maduro, los Castro o la dinastía Kim en Corea del Norte. Quien adscribe a esta forma de pensar, siente que cuando "el pueblo" vota por la derecha, vota contra sus intereses. Ese político daña la convivencia cívica al ver al adversario político como un enemigo, porque supuestamente ha seducido con malas artes al "pueblo", apartándolo de su "misión histórica" y haciéndolo actuar en contra de "la rueda de la historia".

La tolerancia, el pluralismo, la alternancia en el poder y la convivencia cívica se vuelven de sentido común y prosperan, en cambio, cuando reinan convicciones opuestas a las jacobinas. Florecen, por decirlo de modo simple, bajo actitudes y convicciones liberales...

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