La insondable obra troyana - 22 de Abril de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 633984757

La insondable obra troyana

"La obra troyana" es una pieza difícil, dura de roer incluso durante una buena representación; una mezcla extraña de sátira, comedia y tragedia, cuyos personajes se visten de la indefinición. Seres desconcertantes todos, sometidos a los vaivenes que propone una guerra de años, pero también a lo acomodaticio de su alma, y que transmiten una desconfianza profunda en los valores y en todo cuanto se pueda esperar del género humano. No hay eternidad ni en sus deseos ni en sus luchas, aunque Troilo declare acerca del amor "que la voluntad es infinita, y la ejecución confinada: que el deseo es sin límites, y el acto, esclavo del límite".

Podría sugerir todo esto que el dramaturgo pasara por algún momento particularmente depresivo y que la ironía y la desfachatez de estos textos exuberantes le sirvieran para purgar sus fantasmas. El hecho es que en estas páginas los príncipes de Homero son apenas restos de hombres y mujeres subutilizados, que se debaten entre el sexo y las batallas, que son procaces a la hora de hablar y torpes de comportamiento. Muy limitados de corazón y de cerebro. ¿Seremos todos así? Refinamiento e intelecto literario y dramático están aquí entramados con una dosis superior de amargura, espolvoreada por una risilla que solo termina por confirmar más y más desconfianza. Prevención probable respecto de los modos políticos y religiosos de su tiempo, que no de los griegos: Shakespeare -siempre alerta- parece estar exhibiendo imágenes prohibidas.

Ya son siete años de guerra a las puertas de Troya. Troilo, hijo del rey Príamo, está enamorado de Crésida, hija de Calchas, sacerdote que se ha pasado al bando egeo. Troilo tendrá de su parte a Pándaro, un infectado de sífilis que actuará como celestino para conquistar a la joven. Pero la historia "amorosa" casi no tiene importancia en todo esto, a pesar de que hay un punto de inflexión cuando Crésida, tras acostarse con Troilo, acepta luego convertirse en amante de Diomedes.

Shakespeare se dedica a disectar...

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