La ingeniera de los globos - 25 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 545297286

La ingeniera de los globos

Adentro, en la recepción, hay una chica muy rubia que apenas levanta la vista del escritorio. No dice nada, ni "hola" ni "buenas tardes"; apenas hace un gesto indicando un computador al lado del mesón. En silencio ingreso mis datos, el motivo de mi visita y me comprometo a no tomar videos ni fotos. Pero llega un momento en que tengo que hablar. Quiero saber dónde está el baño. La chica sonríe y me dice que no puede informarme dónde está ubicado.

Esperaba encontrarme con algo de secretismo en este lugar, pero no me imaginaba que la cosa podía llegar a tanto.

Estoy en la entrada de Google X, un laboratorio que fue fundado en 2010 y del que ni siquiera los empleados de las otras áreas de Google saben muy bien a qué se dedica. Quienes trabajan aquí lo hacen bajo estricta reserva y en proyectos que se le podrían haber ocurrido al escritor y guionista de "2001: Odisea en el espacio", Arthur C. Clarke. Por ejemplo: Crear un ascensor que conduciría directamente al espacio; un auto que se manejaría solo; o cientos de globos aerostáticos navegando por la estratósfera, portando antenas, para que todos nosotros -aquí abajo y desde el lugar más remoto del planeta- podamos conectarnos a internet.

Ese último proyecto se llama Loon. En él trabajan ingenieros y desarrolladores de software, pero también diseñadores de moda, militares retirados, un piloto de drones, un aeronauta aficionado y una mujer llamada Sameera Ponda.

Hija de padres indios, Ponda nació en Chile hace 32 años, vivió ahí durante los primeros diecisiete, y hoy día hace de todo un poco en este laboratorio súper confidencial.

De todo, insiste en la sala en que conversamos por primera vez una mañana de octubre, acompañadas de otras dos mujeres, ambas del equipo de relaciones públicas, una sentada al frente mío, la otra conectada por videoconferencia desde Chile. Y "todo", me dice Ponda, significa anticipar cómo los globos interactúan con el viento, la temperatura y el mundo; saber qué sensores instalarles; cómo interpretar las señales que envían desde la estratósfera. "Todo", también implica estudiar la energía del sol; saber cómo usarla para cargar baterías; cómo calibrar esas baterías; cómo asegurarse de que un paracaídas no falle nunca; y otras cosas más terrenales.

-Me tocó aprender a doblar paracaídas. No tenía idea de cómo se hacía -dice Ponda-. Cuando empecé éramos un equipo pequeño, unas 20 personas. El proveedor con el que trabajábamos venía y nos enseñaba cómo doblarlos y tuve que volver a empacar un montón de paracaídas. Sobre todo en el primer tiempo, cuando no teníamos muchas unidades; entonces, teníamos que doblarlos, volver a empacarlos e instalarlos de nuevo en un globo aerostático para probarlos otra vez.

Desde entonces ha dejado los paracaídas para concentrarse en tareas más complejas, como contribuir a crear una arquitectura de control de misión que les permitirá predecir cuándo es tiempo de hacer descender los globos y en qué momento se les acaba la vida útil.

No es algo sencillo.

-A un globo no se lo puede dirigir directamente; no podemos decirle: "dobla a la derecha o a la izquierda". Nuestra única manera de moverlo en cierta dirección es usando corrientes de viento, como si estuvieras...

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