El incómodo e insobornable Peter Handke - 13 de Octubre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 817423593

El incómodo e insobornable Peter Handke

Atravesó tantas puertas de seguridad, pasillos oscuros y rejas que al final Peter Handke se desorientó. De cualquier forma, ya había llegado: frente a él estaba el expresidente yugoslavo Slobodan Milosevic, por esos días conocido en el mundo como el "Carnicero de los Balcanes". Terminaba 2004 y Milosevic, detenido en la cárcel Scheweningen, en Holanda, enfrentaba ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya cargos por crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio contra la población bosnia. No había mucho que dudar, pero Handke dudaba. Venía dudando públicamente por años de la versión imperante que culpaba a Milosevic por la sangre derramada en la guerra entre serbios y bosnios; y si estaba en la cárcel, era para decidirse ante una petición determinante: ser testigo de la defensa ante el tribunal. Al final se negó para restarle legitimidad al juicio, pero dos años después y, sin que nadie se lo pidiera, llegó hasta el funeral de Milosevic e incluso pronunció unas palabras. A esas alturas, no había vuelta atrás: Handke era un paria.Novelista, poeta, ensayista, dramaturgo, Handke era una figura de culto de la cultura europea y, en palabras de Juan Villoro, en los 70 "surgió como una especie de Bob Dylan de la literatura alemana". Nacido en Austria en 1942, el autor de novelas tan influyentes como "El miedo del portero ante el penalty" (1970) fue un miembro de la contracultura capaz de ser socio del director Wim Wenders para firmar películas tan emblemáticas de una era como "Las alas del deseo" y, a la vez, publicar unos diarios que lo situaban en la tradición de Kafka y Thomas Bernhard, "El peso del mundo". Nunca ha sido sencillo leerlo, aunque siempre ha sido admirado. Pero una vez que empezó a viajar a la zona de guerra de los Balcanes para escribir crónicas poniéndose del lado de los serbios, su fama empezó a resquebrajarse: hacia 1999 Susan Sontag, que también había estado en el conflicto, comparó a Handke con Louis Ferdinand Celine, el escritor francés simpatizante nazi, y le cerró la puertas de su reino: en Nueva York ya no era bienvenido, avisó.En adelante, Handke se volvió un intelectual hostil, continuamente cuestionado por su apoyo a Milosevic, e incluso en 2006 debió renunciar al prestigioso Premio Heinrich Heine, en Düsseldorf, ante una avalancha de críticas. Eso sí, aquella vez recibió apoyo de escritores como Elfriede Jelinek o Patrick Modiano, pues la bandera que Handke había levantado era más compleja que un simple...

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