Imaginando la Luna - 2 de Septiembre de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 396175910

Imaginando la Luna

Pero en ese momento la humanidad había alcanzado esa quimera. Tras bajarse del vehículo espacial vagamente arácnido, Neil Armstrong dijo que la superficie del satélite era "suave y polvorienta" y Buzz Aldrin -quien, al parecer, nunca se recuperó de ser sólo el segundo hombre en pisar la Luna- habló de una "magnífica desolación". Ciertamente ya entonces se sabía que la Luna era un paisaje desolado. Es una roca sólida que no emite luz propia. Su rotación sincrónica con la Tierra lleva a que siempre veamos un mismo lado de ella: el otro lado no es "oscuro", como lo hizo popular una canción de Pink Floyd, sino sólo "lejano" (aunque "el lado lejano de la luna" no sería un buen título). Pero la llegada efectiva del hombre a ella parecía acabar con un mito o un sueño.

Con la cabeza en la Luna

Quizá desde "el inicio del tiempo" el hombre miró la Luna. Sus áreas más oscuras, visibles a simple vista, habían sido consideradas hogar de un "hombre" -que vence a un león según se ve en una tablilla en Uruk de la antigua Mesopotamia-, pero también el lugar donde habitan conejos, ovejas, osos e incluso dragones. El telescopio permitió conocerla de forma bastante detallada y acabar con varias elucubraciones. Tan sólo en Occidente hay tres mil años de tradiciones de su representación y que tienen fuertes formas de continuidad. Muchas de ellas se renovaron en el siglo XVII, cuando se trazaron los primeros mapas de la Luna y se dio nombre a sus características.

Para los griegos y romanos, que heredaron buena parte de su astronomía de los babilonios y egipcios, la Luna fue un sitio de proyecciones terrenales. Selene, la diosa griega (que equivale a la romana, Luna), es hija de titanes y hermana del sol. Amó al hermoso joven Endimión, a quien visitaba por las noches para besarlo mientras dormía. Para los griegos de la época clásica, el culto a la Luna (y al Sol) les parecía algo bárbaro. Pero dentro de las creencias populares, los cambios de la diosa en su apariencia (las fases lunares) se pusieron tempranamente en relación con la vida y la muerte, con el crecimiento y la fertilidad, con la salud y la enfermedad.

La Luna de la Antigüedad pasa transformada a la Europa de la Edad Media. Hasta el Renacimiento y los primeros años de la revolución científica, la geografía de la Luna fue más cuestión literaria y filosófica que astronómica.

Las visiones más antiguas son cosmogónicas. La tradición órfica habla de "otro mundo", uno que tiene "muchas montañas, muchas ciudades, muchas mansiones". Los presocráticos Empédocles y Anaxágoras, luego Platón y Aristóteles, hablaron de la Luna: desde que estaba compuesta de aire o que era una roca hasta que no era sólo piedras y que podía haber especies vivas en ella. Simplicio creía que había en ella criaturas y plantas, más imponentes que las terrestres, 15 veces más grandes y fuertes, que no excretaban.

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