Ilustrador de claroscuros - 21 de Diciembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 830250413

Ilustrador de claroscuros

Tiene "ojos de demonio pensativo", dijo una vez para describirlo, el pintor chileno Waldo Vila. Y seguro algo había de eso. Gustavo Carrasco Délano fue silencioso, reservado y toda su vida un lector riguroso; tenía un conocimiento del arte enorme, a tal punto que su mujer, Matilde Pérez, reconoció sentirse "un pollito" cuando lo conoció. Siempre lo consideró, además, "un dibujante extraordinario". Carrasco Délano había sido su profesor de Dibujo en la Escuela de Artes de la Universidad de Chile, y fue quien le mostró el Santiago artístico en esos años, cuando las jornadas terminaban en algún bar junto a personajes como Lihn, Jodorowsky, Bunster, y todos quienes formaban la bohemia de los años 40. Ella, veinteañera, estaba recién ingresada a la universidad y en compañía de Carrasco, ya treintón, entró al mundo del arte. En 1946 se casaron.Su hijo, Gustavo Carrasco Pérez, recuerda el comentario típico entre los amigos artistas de su papá: "Shtt¡ Viene 'Carrasquito', no hay que decir más garabatos". "Él jamás dijo uno", recuerda marcando una de sus características, una que iba a la par con el rigor, la disciplina de lo bien hecho, la tolerancia y la libertad como forma de vida.Carrasco perteneció a la Generación del 28, la de aquellos artistas becados por el Estado chileno que en marzo de 1929, durante el período de Carlos Ibáñez del Campo, viajaron a Europa luego del cierre de la Escuela de Bellas Artes. La idea del gobierno era que renovaran la mirada y a la vuelta pudieran romper con el academicismo imperante. La mayoría fue a París, pero Carrasco se instaló en Berlín y estudió artes gráficas en la Kunstgewerbeschule.De allá volvió en 1931, "obligado", dice su único hijo, porque se habría quedado feliz. Los recordaba como buenísimos años, con amigos alemanes de todos los niveles sociales y viviendo en un barrio proletario con los escasos recursos de la beca. "Me contaba que en ese tiempo prefería no comer antes que dejar de comprar sus libros de arte. Para él eran fundamentales: de chico pedía libros de pintores, no de cuentos. Decían que mi papá dibujaba casi antes de hablar; que desde muy niño hacía lo que se le ocurría y con dos líneas".Claudio Aguilera, investigador de ilustración y encargado de láminas y estampas de la Biblioteca Nacional, conoce esas líneas, y cree que el que se haya movido entre la pintura -Carrasco fue alumno de Onofre Jarpa y también estudió en la escuela de Bellas Artes- y la ilustración resulta muy significativo...

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