Igual y distinto - 2 de Noviembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 821576341

Igual y distinto

Tengo una forma infalible de saber cuál es la próxima revolución tecnológica que hará furor en el mundo: ir a Chile. En Chile vi cómo muchos se habían pasado del taxi al Uber tres años antes de que Uber se hiciera popular, y me enteré de la existencia de Tinder, Skype o WhatsApp cuando en el resto del continente ni siquiera sabían pronunciar esos nombres. Parece haber en el país un amor fulgurante por la tecnología y una predisposición a pensar que, si algo puede resolverse sin un ser humano de por medio, mejor. Llegué a Santiago el 13 de octubre desde Buenos Aires para una estadía laboral de dos semanas. Me hospedé en un hotel de Las Condes. Ese domingo vi por televisión a un experto en tecnología presentar un sistema capaz de "leer" los productos escogidos en el supermercado y descontar el monto final de la tarjeta de crédito sin pasar por caja: "Podrás tener tu experiencia sin interactuar con empleados. Escoges tus productos, llenas tu carro, el sistema escanea el carro y te carga la cuenta a tu tarjeta de crédito. Fíjate qué bonito". Me pregunté si al tipo se le pasaba por la cabeza pensar en lo revulsivo que resultaba su entusiasmo para los que no pueden "llenar" su carro, para los que no tienen una "experiencia de compra", sino la angustiante confrontación con su realidad de miseria. Me pregunté a quién le hablaba. La semana transcurrió con las noticias de masivas evasiones en protesta por el aumento del metro. El viernes 18 hice un trámite bancario y compré un sacapuntas en una librería de avenida El Bosque. Regresé al hotel y, sin mirar noticias, salí a correr. Cuando llegué a Apoquindo me di cuenta de que pasaba algo, porque miles de personas caminaban en la misma dirección. Sin embargo, al volver al hotel no encontré señales de inquietud. Subí a mi cuarto y encendí la tele. Siempre recordamos la estúpida normalidad con que transcurría todo antes del desastre. Supongo que por eso recuerdo con mucho detalle todo lo anterior -el banco, el sacapuntas-, pero nada de ese momento. No sé qué vi ni qué escuché, pero sí sé que fue como volver a 2001, cuando en mi país los presidentes volaban por el aire y la gente gritaba "que se vayan todos". Reaccioné rápido, traccionada por el ADN argentino. Salí a la calle y caminé con prisa hasta el Jumbo del Costanera Center, pensando que iba a encontrarlo cerrado. Pero no. La gente miraba vidrieras y en el supermercado, por los altavoces, invitaban a conocer no sé qué producto. Compré comida para el...

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