Historias de tres ríos en La Araucanía
F lanqueado por las frías aguas del río Toltén y la silenciosa pradera, el cementerio de Toltén Viejo tiene -entre diminutas florecillas de hierba salvaje en tonos violeta y amarillo- el acogedor aire de un agradable jardín. Es un día incómodamente soleado, aún para un verano en La Araucanía, pero la brisa fresca invita a recostarse a la sombra de los grandes árboles que crecen a la orilla del río, uno de los accesos a este lugar.Un cementerio en la ruta puede sonar, de buenas a primeras, hasta tétrico. Pero digamos que es inquietantemente bello. Una de las mejores escalas en la ruta que estábamos realizando en torno a Carahue y Toltén, localidades donde la memoria local parece comunicarse a través de las aguas de los ríos Imperial y Toltén, que eran la "carretera" por donde nos estábamos moviendo.Estas vías fluviales no son novedad, ya que fueron esenciales en la historia regional, hasta que el "progreso" trajo consigo las carreteras que las reemplazaron. Y quedaron así hasta que, hace unos cuantos años, 22 emprendedores locales de Carahue se asociaron (con el apoyo y asesoría de CMPC, el Departamento de Acción Social del Obispado de Temuco y las municipalidades locales), y en 2018 inauguraron la Ruta Carahue Navegable, que enlaza un conjunto de emprendimientos turísticos y actividades.Y a eso han sumado este verano la apertura de la Ruta Toltén Navegable, que comienza en el muelle de este río en Nueva Toltén y termina en la caleta de Queule. Dos circuitos con montones de panoramas imprescindibles, como estos.Parte uno: De Carahue a MonkulLa Estación Fluvial de Carahue es una sencilla cabaña de madera con información turística, un embarcadero y un pequeño parque con juegos infantiles. Aquí esperan, en el muelle puente El Buey, a orillas del río Imperial, los botes a remo que arrienda Germán Sáez (que se presenta como Compañero Loro ; también nombre de su emprendimiento; cel. +569 6810 8020 ), y que fabrica él mismo en un taller a unas cuadras de aquí.Para llegar a la Estación, primero recorrimos 66 kilómetros desde Temuco por la Ruta S-40. Distancia suficiente para dar cuenta de algunos datos. Como que Carahue fue conocida en el siglo XVI como la Ciudad Imperial, porque llegó a ser un lugar clave en la frontera entre los conquistadores españoles y los mapuche. Y hacia la segunda mitad del siglo XIX, el río Imperial era la ruta comercial más importante de la zona sur. Tal conectividad era aprovechada por las comunidades mapuche que intercambiaban bienes -y conocimiento- mientras se trasladaban en sus wampos, canoas hechas de tronco de olivillo o laurel, y que podían llegar a tener entre ocho y nueve metros de largo.Actualmente, hay quienes llaman a Carahue "la ciudad de los tres pisos", ya que por su geografía, pareciera que uno va bajando esos niveles a medida que se adentra en ella. De paso, aquí se puede ver una muestra de las viejas tecnologías en el Parque del Vapor , un par de cuadras con antiguas y bien conservadas locomotoras. Y ya enfilados hacia la Estación Fluvial se ve, en la avenida Ercilla, su Museo de Locomóviles , con máquinas a vapor que solían usarse en la actividad agrícola.Son varias distracciones recomendables antes de llegar a la Estación, donde encontramos a Germán, el Compañero Loro -con ese característico tono de piel que delata los años bajo el sol reflejado en el agua del río-, a la espera de viajeros interesados en sus botes. Este es también un buen punto para observar el Puente Colgante, una construcción que se apuró como forma de comunicar la zona tras los naufragios de los vapores Helvetia y Cautín en 1948.Los rayos del sol obligan a entrecerrar los ojos, mientras una brisa helada refresca la piel. Sobre una mesa rectangular al aire libre, donde cómodamente podrían reunirse diez personas, hay fragrantes kuchenes de arándano, pies de limón, pan amasado recién hecho, huevos de codorniz producidos por los vecinos, jugo natural de frutilla y tazas...
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