Las historias de quienes esperan con escepticismo una reparación por la violencia en La Araucanía - 11 de Diciembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 655089529

Las historias de quienes esperan con escepticismo una reparación por la violencia en La Araucanía

Marili Vallejo (54) bebía un café en Collipulli (Región de La Araucanía), cuando sonó su celular. Las palabras que oyó al otro lado de la línea fueron apenas cuatro, pero ella las percibió como un puñetazo en medio del rostro: "Te quemaron la casa".

Aunque ya pasaron más de ocho años, aún no se repone. Tanto, que mientras relata lo sucedido aquel 8 de agosto de 2008, llora. Porque recuerda los días apacibles con sus padres, en Bajo Malleco, donde tenían la parcela.

El sueño que su madre se llevó a la tumba

Hasta mediados de este año, su mamá aún regresaba imaginariamente al hogar perdido. Hacía planes. Decía que tal vez un día podrían volver. Para sembrar trigo o cortar leña. Pero hace cuatro meses murió y sus sueños se fueron con ella a la tumba.

Hoy, Marili Vallejo vive de allegada. En la casa de su hermano discapacitado, de 50 años, a quien cuida. Un arriendo que cobran por una pequeña casa en Collipulli les permite sobrevivir apenas. Rasguñando las monedas y estirando los billetes.

El anuncio del fondo de compensaciones para las víctimas de la violencia en La Araucanía la entusiasma escasamente. Duda. Sospecha. Desconfía. Con la perspectiva de quien ve un "fracaso del Estado" frente al conflicto: "Creo que no terminará en nada. Pienso que no vamos a sacar nada. A lo mejor sí los (propietarios) grandes".

Las compensaciones, en todo caso, le parecen indispensables, para ella y otras personas que perdieron el sustento y sus formas de vida de la noche a la mañana. Literalmente.

Propone que les paguen pensiones

Cree que el Estado podría generar un mecanismo indemnizatorio como el concebido para los casos de violaciones a los DD. HH.: "A lo mejor una pensión, porque entre nosotros hay un montón de personas mayores. Si no, que me paguen el campo".

Hasta que ello no suceda, dice, las víctimas continuarán en la "indefensión". Asistiendo impasibles a una pulseada que una y otra vez parecen ganar los extremistas. Como sucede en la parcela de 10 hectáreas donde tenía su casa.

Vallejo nunca pudo volver a la propiedad. Porque, después del incendio, el campo fue tomado por indígenas. Quienes hoy lo siembran y explotan, como si les perteneciera: "Si pido el desalojo, vuelven a los cinco minutos".

El día del incendio, ella condujo con el acelerador a fondo desde Collipulli. Fue inútil. Pese al trabajo de los bomberos, su casa estaba convertida en un amasijo de palos y fierros humeantes.

Hasta ahora no comprende el porqué del ataque. Nunca tuvo problemas con las comunidades indígenas del sector. Tampoco fue blanco de hostigamientos previos, ni recibió advertencias sobre lo que ocurriría.

La fiscalía abrió una investigación, pero, como en tantos otros casos, terminó archivada. Sin culpables. Con los extremistas...

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