Hipocresía chilena - 4 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 551357258

Hipocresía chilena

Pero ocurre que la ministra Molina no hacía más que repetir algo que todos saben: en Chile, quien decide abortar, si tiene los recursos suficientes, puede hacerlo con total impunidad. Los disfraces provistos por el saber biológico y médico -en ese sinuoso territorio donde los nombres cambian el peso moral de los actos- sobran. Es lo mismo que ocurría antes con el divorcio: cualquiera podía divorciarse cuidando sí cubrir pudorosamente el asunto con el eufemismo de la nulidad eclesiástica o civil.

¿A qué viene, entonces, tanto escándalo?

Lo que en verdad ocurre es que la ministra Helia Molina tuvo la audacia de romper uno de los dispositivos que existen en todas las sociedades, pero que en Chile alcanza una notable perfección: el doble discurso. Este dispositivo consiste en afirmar públicamente una institución a la que se declara virtuosa (en este caso, la protección a ultranza del embarazo como bendición, regalo de Dios, principio de la vida, etcétera), pero, al mismo tiempo, tolerar que privadamente se la transgreda. El dispositivo del doble discurso no es propiamente ideológico en el sentido clásico. En el sentido clásico actúa ideológicamente quien no sabe lo que hace o lo que tolera, puesto que lo hace o lo tolera con una falsa conciencia. Pero en este caso no es así. No es que la gente ignore que hay abortos seguros a disposición de quienes pueden pagarlos. Lo notable del caso es que todos saben que es así, pero se comportan como si no lo fuera. Todos, ministros, parlamentarios, medios de comunicación, médicos, curas, saben muy bien cómo son en realidad las cosas, pero aun así hablan y se comportan en público como si no lo supieran. Lo que hizo la ministra Molina fue poner de manifiesto esa hipocresía que es, quizá, uno de los rasgos más porfiados de la sociedad chilena.

La utilidad de esa conducta hipócrita es evidente.

El dispositivo del doble discurso permite estar bien con el Dios del ámbito público y con el Diablo de la domesticidad privada. Afirma leyes represivas que condenan el aborto, pero al mismo tiempo se le permite detrás del escenario. Si no fuera impío, podría hacerse una analogía con la vieja paradoja de la confesión: se condena el pecado, pero se tolera una y otra vez al pecador. Lo que no se puede aceptar es a una hereje -como la ministra Helia Molina- que no acepte el dispositivo.

Como la propia ministra lo sugirió en sus declaraciones, ese...

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