El hilo de Adriana - 30 de Abril de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 902710984

El hilo de Adriana

"!Queremos entrar¡" , "!Queremos entrar¡", grita, a media tarde, un grupo de niños que se han colgado del cerco que una constructora acaba de instalar en un sector de de Algarrobo, para que esos chicos y sus padres no ingresen al bosque; el lugar donde la comunidad solía pasear en medio de boldos y maitenes y, ahora, se anuncia construirán departamentos."¿Ustedes no tuvieron educación ambiental?"."!Menos cemento¡", "!Más naturaleza¡". Esas y otras frases se leen en los carteles con los que la comunidad interpela a la constructora, a la municipalidad y al gobernador de Valparaíso. Todo parte de una marcha que busca impedir otro desastre ambiental en la comuna. Para los vecinos, desde hace años Algarrobo sufre el creciente caos vial, la contaminación del mar y la sistemática destrucción de humedales y bosques."Adriana Hoffmann vive", se lee en un pequeño papel pintado con lápices de colores, que alguien dejó colgando de un cactus.Si hubiera podido ir, quizás Adriana Hoffmann también habría estado en la marcha. No por nada la célebre bióloga y ambientalista -Premio Nacional de Medio Ambiente 1999, reconocida por la ONU como una de las luchadoras más destacadas del mundo- vivió dos años en Tunquén, al norte de la comuna; eso tras comprar la casa que había sido de Humberto Maturana.-Nuestras familias -cuenta Leonora- compartieron mucho. Humberto fue siempre muy cercano a Lola Hoffmann, mi abuela. Y, tras vivir en Cachagua con Panchito, uno de sus hijos que tiene una discapacidad cognitiva, mi mamá decidió irse a Tunquén. Ahí lo pasó bien. Hacía paseos. Disfrutaba de la naturaleza.Dos años después, Adriana enfermó e incluso tuvo una neumonía.-En ese momento -continúa- mis hermanos dijeron que mi mamá no podía seguir en la playa y que ellos se harían cargo. Luego la pusieron en un hogar de ancianos que, finalmente, fue lo que la liquidó.Unas semanas atrás, Leonora me recibió en su casa en Tunquén. Muy cerca de donde estaba la de su mamá.Al llegar, lo primero que impresiona es el lindo jardín de gráciles suculentas, salpicado de quebrachos, lúcumos y otros árboles nativos, que ella misma plantó arañando la tierra a chuzo y pala.Dentro, el ambiente es exquisito. La chimenea está encendida. Sobre el sofá, a medio leer, un libro de tantrismo. Y, sobre un mueble, una foto de Leonora con su saxo soprano; el mismo que tocaba cuando era alumna de Pato Ramírez y asidua al Trolley, Matucana 100 y la Nona Jazz, eso cuando era una de las más guapas artistas (incluido pantalón de cuero) de la movida ochentera.Años después, Leonora sorprendería con el revelador libro sobre Lola Hoffmann, su abuela.-Los últimos meses -dice- no han sido fáciles.Primero falleció su marido de cáncer. Luego su mamá. En todo ese tiempo, dice, se transformó en cuidadora. Por eso, ahora, intenta concentrarse en su propio trabajo (una impactante serie de collages robados al inconsciente) y ordenar las cosas de sus cercanos. Partiendo por las de su mamá.-En el pasado -dice- también me tocó ordenar las cosas de Lola Hoffmann. Lo bueno de Adriana es que tenía...

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