Mi hijo atrapado por una secta - 13 de Diciembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 548547802

Mi hijo atrapado por una secta

Tras todo lo ocurrido y cuando la tormenta ya pasa, viene una etapa muy compleja y difícil que es revisar qué pasó y quizá también en qué fallamos como padres.

El año y tres semanas que Pablo pasó en la cárcel de máxima seguridad dejó una cantidad de huellas que tomará tiempo asimilar: primero en reconocerlas y luego en digerirlas. Pero sobre todo, en darle algún sentido a todo lo ocurrido.

Como ya lo mencioné, este período estuvo lleno de paradojas. Pablo más «libre» en la cárcel que viviendo en la secta con Antares; durmiendo las horas que no dormía desde hacía más de cuatro años; con personas (Gendarmería) que lo trataban bien y con respeto. Eso desde el punto de vista del mundo del cual venía: el infierno, como me lo describió antes de entregarse.

Pero desde el punto de vista familiar y como padre, también hubo paradojas notables. Fue realmente el hijo pródigo. Nunca la familia estuvo tan unida como durante este período. Me constan los sacrificios que cada uno hizo por mantener la esperanza del menor de sus miembros y con total generosidad. No fue fácil, pero se hizo sin vacilación.

Entre las muchas cosas que he reflexionado durante este tiempo, hay una que me llama especialmente la atención: como padre, pocas veces se puede comprobar tan fehacientemente la profundidad de los valores que se intenta inculcar a los hijos. En mi caso está más que probado. Estos fueron momentos duros, de prueba y tensión, pero reales, con sufrimientos, con generosidad, con malos ratos pero sin dilaciones, con cansancio que a veces parecía infinito, con humor en medio de la tragedia; en fin, con un gran apoyo de unos a otros y con esa entrega sin condiciones. Realmente aquí vine a comprender en toda su dimensión la fuerza que produce el estar "espalda contra espalda" como salía en las películas.

Tuve varias conversaciones con Pablo en prisión, algunas acompañados con miembros de mi familia y otras los dos solos. Hubo de todo: temas profundos y otros más mundanos, pero que sin duda le servían a Pablo para mantener la actitud y la esperanza. Y hubo también mucho humor, lo cual creo que es fundamental para mantenerse en pie. Humor en el lugar menos indicado, pero creo que fue totalmente necesario. Pablo incluso les tenía puesto nombre a las cucarachas y a algunas moscas, ya que eran de los pocos animales vivos que podía tener cerca. Creo que la capacidad de reírse de las situaciones, aunque sean malas, permite mantener un grado de sanidad mental y de sentido de las proporciones que resulta vital al final del cuento. Ese buen humor, en varias oportunidades, fue una señal clara de recuperación.

Debo decir honestamente que Pablo también nos ayudó a crecer como familia. Nos puso a prueba en situaciones que no sé cuándo habríamos enfrentado en la vida. Pero ahí estaban y ahí estuvimos. Juntos.

¿Qué se podría haber hecho mejor? No tengo idea. Seguramente más de algo. Pero ninguno de nosotros conocía estos escenarios. Creo que cada uno fue descubriendo sus propias fortalezas y debilidades. La situación era tan grave que ya no había espacio para las medias tintas, ni para los eufemismos, ni para las frases hechas.

Yo siempre le he dicho a mi señora que me consideraba desde pequeño "emocionalmente inválido", ya que nunca me explicaron nada del tema de las emociones. La máxima lección que uno recibía en esa época era que "los hombres no lloran". Ahora confieso que he aprendido...

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