El hermano del Presidente - 4 de Septiembre de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 909879156

El hermano del Presidente

La golpiza que recibió Simón Boric es sintomática de muchas cosas. Desde luego, del grado de desorden cotidiano e inseguridad que experimenta Santiago (y que el Gobierno no logra controlar); pero además, es una muestra de la forma extraña con que este tipo de incidentes es abordado en la esfera pública.Porque ocurre que, como es obvio, la agresión de que esa persona fue objeto no lo fue a la institución en la que trabaja ni tampoco en su carácter de hermano del Presidente, rasgos esos que, con toda seguridad, quienes se esmeraron en propinarle patadas y puñetes hasta dejarlo en la clínica, ignoraban. ¿Por qué entonces puede ser relevante que se trate del hermano del Presidente o de un funcionario de la Universidad de Chile? Si al rector de una universidad cualquiera lo asaltan mientras transita, o lo estafan o lo golpean en medio de un atraco, sería sencillamente ridículo y hasta tonto transformar eso en un asalto, una estafa o un atraco a la institución donde se desempeña, como sería también ridículo describir el acto en cuestión como una violencia ejercida a la supuesta dignidad de la función que ejercita.Pero así y todo, a pesar de lo absurdo de esa inferencia, y no obstante que basta la menor reflexión para advertir que ni el parentesco, ni el lugar donde trabajaba, ni la función que ejercitaba tenían relación alguna con ninguno de los golpes que recibió, la golpiza que padeció esa persona (luego de dar también él algunos golpes) fue de pronto casi transformada en una agresión a la universidad en la que se gana la vida e indirectamente, en casi un atentado al Presidente.Y, bien mirado, obviamente no fue nada de eso.Fue la muestra inequívoca de algo peor. Mucho peor.Porque lo preocupante de todo esto es que en los días que corren y cada vez más, no se requiere ser hermano, amigo, primo en algún grado, cercano o no, conocido o funcionario cercano al Presidente para arriesgar una golpiza callejera. Si fuera así, si se tratara de eso, si fuera la cercanía con la autoridad o la pertenencia institucional lo relevante, el asunto sería controlable y predecible por la ojeriza que la cercanía al poder causa y por el resentimiento que los cargos de autoridad despiertan. Y las demás personas, esas que son comunes y corrientes, podrían así estar tranquilas y consoladas sabiendo que la lejanía de la autoridad y la falta de parientes importantes reporta, después de todo, alguna ventaja. Pero las cosas desgraciadamente no son así, sino que son harto...

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