Guía personal para una isla sin faltas - 16 de Julio de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 686535173

Guía personal para una isla sin faltas

Una amiga la vio en una lista de las más bonitas del mundo, y me la mandó.

"Quiero ir a esta playa", dijo.

Rechazarla era imposible. La transparencia, los colores, el paisaje, todo se confabulaba como un imán. Pero si en la foto se veía hermosa, en la realidad resultó aún mejor.

No importa qué lugar ocupa en qué ranking, Balos, en la costa occidental de Creta, la isla más grande y sureña de Grecia, es simplemente es-pec-ta-cu-lar. El Egeo es turquesa, verde y celeste; la arena, suave y tramposa, a ratos blanca y luego rosada; el aire, seco, la temperatura ideal. Una ecuación perfecta.

Cerca de la costa, el agua apenas tiene profundidad. Para hundirse y nadar hay que caminar unos metros por rocas llenas de diminutos cangrejos. Es por eso, y porque hay lugares en que borda el encierro, que a Balos en vez de mar le dicen "laguna". Si uno nada con máscara no ve necesariamente miles de peces, como en el Caribe, pero la claridad es tal que el lecho marino brilla, se convierte en un espejo y uno puede adivinar su propia sombra. Hay algo surrealista en esa geografía submarina tan similar al desierto que la rodea.

Por si la naturaleza no bastara, están además los mitos: estos son los mares que, según cuenta Homero, recorrió Ulises en su viaje de retorno a Ítaca, mientras Penélope tejía, y deshacía lo tejido, para engañar a sus pretendientes.

Que tanta belleza pase desapercibida es imposible y, aunque el oeste de Creta es el menos "invadido" por los turistas, en julio y agosto, los meses de temporada alta, miles de personas llegan cada día hasta Balos y la cercana isla de Gramvousa, con su reserva natural de aves. Pero en junio y septiembre, cuando el clima todavía es benévolo, la cifra disminuye.

En cualquier caso, da igual. La playa es enorme y bien vale la pena compartirla. Grecia es un país generoso: hay espacio para todos. Y los que les tienen fobia a las multitudes, siempre tienen la opción de buscar pequeñas caletas despobladas.

A mí, la verdad, no me hizo falta.

II

Ni en Balos ni en Gramvousa se puede dormir, a no ser que uno sea de los afortunados que recorren esos mares en velero, recalando donde los pilla la noche. No hay hoteles ni posadas, y está prohibido acampar.

Para visitar esos paraísos, hay que instalarse en otros. Nada más pisar La Canea, la capital de Creta entre 1898 y 1971, uno sabe que está en uno de ellos. Es cierto que esa apreciación es subjetiva, sobre todo en una amante incorregible de las islas griegas como yo, pero su...

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