La guerra de los niños
"Mataron al Diego", me escribe Jonathan. Son las 3 am del lunes 5 de diciembre. Está sentado afuera de una discoteque, masticando la noticia que su madre le entregó más temprano. Luego me envía un video. También una foto. Y ahí se ve a Diego, flaco, el pelo en degradé, zapatillas Nike Jordan, tendido sobre uno de los accesos a Playa Cavancha, en Iquique, con la cabeza sobre un charco de sangre. Ambas imágenes están tomadas desde un edificio cercano. Se ve desde arriba, en el video, como dos guardias de seguridad intentan reanimarlo. Pero Diego ya está muerto. Jonathan me envía otro mensaje: "Te dije que morirían más".El homicidio de Diego Vilaxa fue noticia en todo el país. Para Juan Valdés, fiscal adjunto de Iquique, la sangre fría de los autores fue lo que llamó la atención de los medios: no les importó la cantidad de personas, adultos y niños, que a las 19:30 hrs. de ese día transitaban por el borde costero. Los hechos, señala el fiscal, ocurrieron así: desde un vehículo a otro, un grupo de hombres disparó directo a Diego, perforándole el cuello y la parte alta del pecho. Como pudo, Vilaxa descendió del auto en el que iba y caminó entre la gente hasta desplomarse. Una mujer que pasaba por el lugar fue herida en una pierna. Siete vainas fueron recogidas en la escena del crimen. Las personas que lo acompañaban, agrega el fiscal, se fugaron sin sufrir heridas, mientras los atacantes huyeron hacia Alto Hospicio.Al igual que todos en esta historia, Diego Vilaxa era chileno. Tenía 19 años, antecedentes por porte de arma prohibida, porte de arma cortante, violación, robo en lugar habitado y receptación. Investigado por su participación en una serie de homicidios, se hizo un nombre en la fiscalía de Alto Hospicio, donde era identificado como líder de una banda originada tras el quiebre de un grupo de amigos del sector Los Palafos, en la población Raúl Rettig. Según la fiscalía, las consecuencias de esa división son 15 muertos en apenas tres años, todos ellos vinculados al conflicto, salvo una mujer de 47 años, alcanzada por una bala loca durante un enfrentamiento entre miembros de ambos bandos.Con la muerte de Vilaxa, su grupo cercano ha sido extinguido casi por completo. Solo Jonathan queda con vida, retirado del mundo criminal, en una ciudad que no vale la pena mencionar. Al día siguiente, Jonathan, me envía un audio. Su voz es ronca, interrumpida por sollozos. "La cagamos", se escucha. "Nos creímos el cuento de ser malos, así brígidos. Ahora están todos muertos. No tengo ningún compañero. Se me murieron todos".Pasaje 19 de abril del 2020. Según la investigación las pruebas sitúan a Diego Vilaxa, dentro del Nissan Tiida gris desde donde se realizaron los disparos que desangraron a Mario Vera, alias Mario "Cana", en una calle de Alto Hospicio. Para ese entonces, Vilaxa tenía 16 años, y el día antes había sido encarado por Mario y por su hermano menor, de entonces 15 años y sindicado por la fiscalía como actual líder de "Los Giuseppes". El entuerto, narra la fiscal jefe de Alto Hospicio, especializada en delitos violentos, Virginia Aravena, tendría su origen un lío de faldas ocurrido entre los dos menores, que hasta antes de esa fecha eran amigos.Es viernes por la tarde de este diciembre. Se oyen villancicos. Jonathan está sentado en una plaza iluminada por adornos navideños. Tiene 18 años pero parece de 30. Viste un polerón Tommy Hilfiger azul, jeans, zapatillas y en sus manos hay tres anillos dorados. Han pasado 12 días desde la muerte de su último amigo de infancia. Hasta hace poco tiempo estuvieron juntos, viviendo en...
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