La guardiana de Tomas González - 27 de Febrero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 595982190

La guardiana de Tomas González

Cabras en el cerro

Marcela Sepúlveda tenía 16 años cuando su carrera deportiva terminó. Fue en 1976, en un campeonato sudamericano en Porto Alegre, Brasil. Estaba en su mejor momento: fue campeona en salto, pasó a la final y su entrenador le pidió que hiciera un salto con mayor dificultad. Entonces giró más de la cuenta y cayó mal. "La rodilla me quedó mirando a otro lado, se me desarmó completa, con los ligamentos cruzados", cuenta.

Su primer pololo, el gimnasta Enrique González, vio su caída. Así lo recuerda: "Era la primera vez que íbamos a un sudamericano. En ese momento había dos gimnastas muy buenas en Chile y Marcela era una de ellas. Fue todo muy frustrante". Enrique González siguió compitiendo hasta 1978 y se convirtió en juez internacional de deporte. Ella se retiró y no volvió a saltar.

A pesar de los yesos y de acarrear con dos operaciones, Marcela Sepúlveda entró a estudiar educación física en la Universidad de Chile. "Yo soy como las cabras en el cerro, las que se resbalan, pero siguen. Me pueden tirar para abajo, pero yo no paro". En 1979, a los 19 años, se casó con Enrique González. Tuvieron cuatro hijos: María José, Marcelapaz, Tomás y Cristóbal.

Aunque Marcela dice que no quería, su historia se repitió: a los 6 años Tomás se instalaba frente al televisor y miraba por horas grabaciones de Juegos Olímpicos, mientras saltaba y mostraba mucha más coordinación que el resto de los niños. Marcela no quería que su hijo sufriera lo mismo que ella y no lo incentivó a que fuera gimnasta. Por eso, la carrera de Tomás González comenzó sin que ella se diera cuenta. Su marido se enteró de que el entrenador ruso Eugenio Belov estaba haciendo una selección en la Universidad Católica, y llevó a su hijo escondido. Desde entonces, no ha parado.

En su colegio, San Juan Evangelista, Tomás González empezó en prekínder. "Era el bicho raro -dice él-, pero para esto hay que tener corazón, porque si no, no aguantas. En Chile estoy entrenando prácticamente solo desde muy chico".

Mientras la carrera de su hijo ascendía, Marcela Sepúlveda hacía clases de educación física en su colegio, hasta que renunció para abrir su empresa: la línea de ropa interior De Brujas. Mientras diseñaba y cosía, acompañaba a su hijo a los entrenamientos. Su pyme duró tres años, "hasta que no pude más y dejé mi empresa para dedicarme al Tomás".

La empresa

Marcela Sepúlveda, de 56 años, está en el Club Manquehue coordinando las actividades de su hijo de 30. Un par de metros más allá, con unos pantalones que le cubren hasta los pies, Tomás González acomoda tres ventiladores alrededor de una barra fija. Está en un control de evaluación para las clasificatorias de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en agosto.

González mete las manos en un recipiente, las saca, aplaude, y una aura blanca de polvo lo rodea. Alrededor están dos entrenadores y su madre, con calzas negras y sin zapatos...

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