El grito desesperado de una madre - 17 de Septiembre de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 910608857

El grito desesperado de una madre

Era de noche , un martes de junio. Claudia Muñoz Masini verificó que su hijo Pablo (su nombre ha sido cambiado), de 23 años, estuviera tranquilo y le pidió a su marido que lo vigilara. Ella se preparó una taza de té y encendió el computador. Miró la pantalla, se sentía totalmente abatida. Tocó las teclas del teclado. Escribió:"Soy mamá de una persona con esquizofrenia y adicto. Soy profesional en la salud, soy de clase media. Estoy cerca de jubilar" .Se detuvo. Respiró hondo. Siguió escribiendo:"He pedido ayuda en cada lugar que descubro, a todas partes sugeridas. Y estamos solos. Los psiquiatras que consultamos, sí, nos atendieron; algunos escucharon más que otros; una nos dijo que era mi culpa... recetas, indicaciones de hospitalización.Varias veces llegamos a servicios de urgencia; sí, nos atendieron, inyectaron a mi hijo para tranquilizarlo. Estuvimos en comunidades terapéuticas que nos atendieron con los brazos abiertos -mientras mi hijo se comprometiera-, pero él no está en condiciones de decidir. Solo quiere consumir.Estuvimos en clínicas psiquiátricas por sistema AUGE, sí, lo atendieron y dieron el alta a la brevedad. A los dos días mi hijo deliraba y suplicaba por drogas.Nuestra isapre se demoró una semana para autorizar cada vez que requirió hospitalización; en cada una de esas semanas pudimos haber evitado una crisis... finalmente nuestra isapre nos sacó del AUGE porque mi hijo es adicto y no esquizofrénico. Una hospitalización privada no está a mi alcance, aún vendiendo mi auto alcanza solo para una semana.Resulta que una nueva psiquiatra certificó el diagnóstico de esquizofrenia como principal y entregó una nueva solicitud de ingreso al AUGE. Diez días y no hay respuesta.Mi sentimiento de culpa, mi cansancio por las noches en vela, mi miedo de encontrarlo muerto, mi deterioro laboral por no poder cumplir, mi impotencia... todo eso no le sirve a mi hijo, no sé cómo resolverlo. Sigo pidiendo ayuda con un eco que se devuelve y estamos solos como al principio" .Claudia leyó lo que había escrito. Ahí estaba resumido lo que ella y su marido han vivido en los últimos ocho meses intentando ayudar a Pablo. Ahí, en 1.600 caracteres, estaba contenida su desesperación de madre.Apretó enviar. Pocos días después, el 25 de junio, la carta de Claudia Muñoz Masini fue publicada en las cartas al director de El Mercurio .Claudia Muñoz Masini es terapeuta ocupacional, con una larga carrera como docente -ayudó a crear la carrera de Terapia Ocupacional en la Universidad San Sebastián- y también ha trabajado en instituciones como el Fosis y el Fonadis (hoy Senadis). Vive en una parcela en El Monte donde implementó un centro, rodeado de naturaleza y juegos al aire libre, en el que atiende a niños con problemas de adaptación y desarrollo.Tiene dos hijos y Pablo es el menor. Él es músico, tiene una banda de rock pesado y hasta 2021 estudiaba Ingeniería en Sonido.-Pablo es mi conchito. Es muy inteligente, pero de niño tuvo problemas de aprendizaje en el colegio. Sin embargo, se ganaba a todo el mundo porque él es un amor de persona -describe Claudia.Cuenta que los primeros indicios de que algo andaba mal con su hijo se presentaron en 2019.-Le costaba levantarse, dejaba sus labores, hablaba menos, lloraba -enumera Claudia.Un día, ella descubrió una carta que él había escrito dirigida a sus padres en la que se despedía de ellos.-Decía algo así como "los quiero, pero no quiero vivir más". No alcancé a terminar de leerla porque Pablo me descubrió y me la quitó de las manos. Me puse en alerta altiro y lo llevé al psiquiatra.Tras evaluarlo, el psiquiatra diagnosticó que estaba con una depresión con ideación suicida y le indicó iniciar un tratamiento con medicamentos. Claudia cuenta que los remedios lo ayudaron, pero al tiempo su hijo los dejó de tomar.-Decía que le hacían mal, que estaba embotado. "Esto es medicación tradicional, yo voy por algo más espiritual", me dijo. A mí me hizo sentido y lo dejé. Empezó con una psicóloga con una orientación transpersonal que era bien holística, con quien estuvo dos años, y aparentemente estaba bien.Cuando llegó la pandemia, ella notó que Pablo empezó a fallar en las clases online : se quedaba dormido. Como Claudia hace clases en la universidad, había visto que eso les pasaba a muchos estudiantes. Entonces su hijo decidió congelar la carrera.-Retomó en 2021, pero ya andaba mal. Carreteaba mucho. Se empezó a quedar pegado con la marihuana, le vino una onda como psicodélica de "me quiero encontrar a mí mismo" y tuvo una experiencia con LSD. Mirando en retrospectiva, creo que desde esa experiencia lo perdí.En febrero de 2022 Pablo se fue con su banda a Chiloé. Al regreso, cuenta Claudia, llegó paranoico y decía que un amigo lo perseguía por las redes sociales y le dejaba mensajes en las paredes que solo él veía.-Salía con un cuchillo en la noche a vigilar la casa y nosotros detrás de él, escondiendo los cuchillos. Al tiempo, recibimos un llamado de la psicóloga de Pablo diciendo que estaba consumiendo mucha cocaína.-Hablamos con él para que viera a un psiquiatra, pero no quería. Lo convencí de llevarlo a un médico de familia, porque estaba con bronquitis, había adelgazado, estaba muy deteriorado.Llegaron hasta la urgencia de la clínica UC de San Carlos de Apoquindo.-La doctora habló con él y lo cachó altiro. Lo mandó a que lo viera un psiquiatra de urgencia, quien dijo que tenía que quedar hospitalizado, que estaba con un brote psicótico y que lo más probable es que fuera una esquizofrenia.Claudia cuenta que pidió una cotización para dejarlo hospitalizado en psiquiatría y junto a su marido tuvieron que tomar en ese momento una decisión muy difícil.-Costaba 500 mil pesos diarios y no teníamos los recursos para pagar eso. Yo estaba tan desesperada que le dije a mi marido "vendamos el auto", pero aún así eso alcanzaría para pagar algunos días.El psiquiatra los orientó. Les dio un certificado para que lo presentaran en su isapre y lo metieran al GES y poder hospitalizarlo en un lugar que pudieran costear. Pero ese trámite les tomó una semana.-Volvimos con él a la casa. El médico nos dio una bomba de medicamentos para mantenerlo dopado. Era un desafío hacer que se los tomara. Recurrimos a todo: gritos, amenazas de que llamaríamos a los pacos. Y también dárselos molidos en un jugo de naranja.Luego del trámite con la isapre, esta les asignó una clínica psiquiátrica ubicada en Vitacura donde internarlo.-Pero a la semana nos llamaron para que lo fuéramos a buscar. Como es mayor de edad, pidió el alta y se la dieron. Pensábamos que si le estaban dando el alta era porque estaba bien. No fue así. Llegó a la casa y empezó a sacar plata, a cambiar cosas por drogas: su reloj, el iPad del papá que tenía información de su trabajo.Claudia dice que tres veces tuvieron que echar a los dealers .-Una noche se escapó y con mi marido partimos detrás. Lo encontramos junto al auto de un dealer que le llevaba cocaína. Hablamos con el gallo: le dijimos que estaba enfermo, que no le vendiera más.Claudia se detiene. Toma un sorbo de café. Cuenta que como su hijo no podía quedarse solo, se turnaban con su marido día y...

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