La grandeza encapotada de Lima - 14 de Noviembre de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 878059754

La grandeza encapotada de Lima

D ecían algunos viejos limeños que, cuando el despreocupado viajero repentinamente advierte que la tierra, el cielo y el mar se han puesto todos de igual color "panza de burro", es porque está llegando a Lima. Es que sobre esta ciudad llena de gloria pesa, según otros, la "maldición del inca", por la que está condenada a un perpetuo nublado, un cielo encapotado que oprime el alma (hasta que uno se acostumbra...). ¿Será para olvidar semejante maldición que los limeños han sido desde siempre gentes alegres, vivas y amigas de lo chispeante?Lo que no se suele saber es que Lima, en un día soleado y, especialmente, en una puesta de sol de cielos despejados, es un espectáculo sin par. Ah, esa larga costanera, encaramada allá arriba en su farellón, con sus malecones y jardines que se prolongan por kilómetros y hacen palidecer a otras "ciudades jardín" de cuyo nombre no quiero acordarme... Y abajo, unos restoranes estupendos, que son acariciados por las olas, que chocan blandamente contra los pilotes y las rocas que los sostienen, mientras uno come esto y lo de más allá, oyendo algún valsecito peruano, como aquel muy antiguo de "Yo soy la nube gris, que nubla tu camino...".Esta Ciudad de los Reyes ha tenido la misma mala suerte de tantas otras de América, de que los que planean por las alturas sociales han abandonado el viejo, admirable y venerable "centro histórico", donde vivieron sus antepasados, y se han ido a vivir a San Isidro y Miraflores y otros lugares tan de moda como carentes de sabor propio. Igual que en Santiago, donde, a falta de más espacio en plano, los que arrancan se van trepando a la cordillera de los Andes en auténtica estampida, dejando tras de sí identidad, tradiciones, recuerdos entregados a la picota.Un buen día, debidamente nublado, me llevaron a cruzar el puente de piedra del s. XVI por donde se supone que Chabuca Granda se iba, cantando con toda coquetería, a la Alameda Grande, del siglo XVII, que después se llamó Alameda de los Descalzos , y al Paseo de Aguas y a la vieja Plaza de Toros de Acho y demás encantadores lugares virreinales, que fueron, en el s. XVIII, agraciados por la Perricholi con sus caprichos y antojos, que traían embolismado al virrey Amat, quien había comenzado su carrera, de lo más pacatamente, como Presidente de Chile.Quién iba a imaginárselo. Cruzado el puente, y luego de caminar un poco, se abrió delante de nosotros esa singular Alameda, ancha, de pocos árboles, flanqueada de casas bajas (los limeños han tenido el tino de...

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