Los grandes números sociales - 23 de Septiembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 693586073

Los grandes números sociales

Desde un punto de vista financiero, el levantamiento de tal sistema ha significado anualmente la utilización de considerables recursos económicos que solo fueron posibles de solventar gracias al crecimiento económico. Para ponerlo en perspectiva, de acuerdo con la información oficial entregada por el Banco Integrado de Programas Sociales, solo en el 2016 el presupuesto destinado a los 316 programas de 11 distintos ministerios, fundaciones y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes reportados en el registro superó los US$ 8.500 millones. Si a esto se agregan los subsidios entregados, por ejemplo, a transporte (aproximadamente US$ 1.100 millones) y a economía (cerca de US$ 300 millones en distintos programas de apoyo), la cifra total sería cercana a los US$ 10.000 millones.

Ad portas de una nueva discusión presupuestaria, parece necesario reconocer el inmenso desafío que significa administrar tales recursos. Cualquier esfuerzo por modernizar el Estado debe pasar por agregar racionalidad y eficiencia en este ámbito. La evidencia internacional es abundante en demostrar cómo la generosidad mal entendida (Grecia en Europa y Venezuela en América Latina) es explotada por el populismo, generando en último término efectos negativos sobre precisamente quienes se busca ayudar. Chile debe evitar caer en esa tentación.

Imprescindible evaluación de los programas sociales

Si bien la Dirección de Presupuestos (Dipres) evalúa y audita constantemente los programas e iniciativas del Gobierno, estos son raramente discontinuados aun cuando su rendimiento sea catalogado como deficiente. A modo de ejemplo, de los 25 programas analizados este año por Dipres en el marco de la evaluación de programas gubernamentales, el 44% de ellos fue clasificado con desempeño insuficiente y solo el 16% con buen desempeño.

Esta ineficiente inercia en la asignación de los recursos públicos significa un alto costo para el país. No solamente puede ser interpretado como despilfarro, sino además limita la expansión de aquellos programas que sí muestran resultados promisorios o la implementación de nuevas iniciativas de mejor diseño.

Ante esta realidad, es necesario insistir en que las evaluaciones realizadas a los programas tengan consecuencias. La continuidad de los mismos debería depender de estas. Adicionalmente es necesario que se amplíe el número de evaluaciones a más iniciativas y que estas sean desarrolladas con los mayores estándares técnicos por entidades independientes...

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