Imaginarios urbanos en el Gran Santiago: huellas de una metamorfosis. - Vol. 33 Núm. 99, Agosto - Agosto 2007 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 56956003

Imaginarios urbanos en el Gran Santiago: huellas de una metamorfosis.

AutorM
CargoTema central

Resumen

A partir de una lectura entrelíneas del libro Santiago en EURE. Huellas de una metamorfosis metropolitana: 1970/2000, se reflexiona sobre los imaginarios urbanos en Santiago en estos últimos treinta años. Más allá de los objetivos y marcos conceptuales de los autores, se afirma que siempre e inevitablemente, algo de estos imaginarios urbanos se filtra y expresa en cada uno de los textos escogidos. El análisis se detiene en tres grandes relatos imaginarios en torno a la ciudad de Santiago: Uno que persiste y resiste a los tiempos, el imaginario de ciudad/país. Y otros dos que en su metamorfosis incompleta anuncian las contradicciones nunca resueltas de los habitantes de esta ciudad de Santiago: El imaginario de ciudad integrada / ciudad trizada. El imaginario de ciudad aldea / ciudad mundo.

Palabras claves: imaginario urbano, ciudad, Santiago de Chile.

Abstract

From a reading, between the lines, of the book Santiago en EURE. Huellas de una metamorfosis metropolitana: 1970/2000, this article reflects on the urban imaginaries of Santiago presented over the last thirty years. Beyond the declared objectives and conceptual frameworks of the authors, it can be noted that aspects of these urban imaginaries filter into and are expressed in each of the selected texts. The analysis focuses on three principal imaginary narratives for the city of Santiago: one that persists and resists over time, the imaginary of city/country, and two others that through their incomplete metamorphosis are never resolved by the inhabitants of the city: the imaginary of the integrated city/fractured city, and the imaginary of the village city/world city.

Keywords: urban imaginary, city, Santiago de Chile

Los imaginarios y la imaginación (1)

Antes de comenzar la lectura sobre los imaginarios en la ciudad de Santiago, quisiera señalar que por imaginarios sociales se entenderá aquella manera compartida --de intensidad variable en nuestra individualidad moderna-- de representar el espacio y el tiempo (Baeza, 2000).

Los imaginarios, como matrices de sentidos que son, se sitúan en la difusa frontera de lo real y lo imaginado: lo deseado, lo perdido, lo que no se tiene. Pero justamente, porque hablan de lo perdido y lo deseado, los imaginarios --expresiones simbólicas-- siempre suponen un ánimo de visualizar lo invisible (Castoriadis, 1998). El ejercicio de imaginar es, entonces, una intención dirigida a un objeto ausente. En el acto de imaginar, ejercicio de la conciencia por definición, plantea Jean-Paul Sartre (1986), se trata de traer al presente (2) un objeto que sabemos que no está. La aprehensión del objeto no puede, entonces, sino hacerse sobre la base de imágenes que le otorgarán un nuevo sentido.

En consecuencia, señala Sartre (1986), la imagen es un acto que busca en su corporeidad un objeto ausente o inexistente, a través de un contenido físico o psíquico que no se da completamente sino a título de representante análogo del objeto buscado. No podemos, sin embargo, estudiar separadamente la imagen mental de su objeto, no hay un mundo de las imágenes y un mundo de los objetos. Los dos mundos, el imaginario y el real, se constituyen por los mismos objetos; solo la agrupación y la interpretación de estos objetos varían. La definición del mundo imaginario como el universo real resulta de una actitud de la conciencia.

Para nuestros propósitos, lo más importante es que el acto de la imaginación tiene siempre algo de acto mágico: "Es un encantamiento destinado a hacer aparecer el objeto sobre el cual se piensa y se desea, de manera tal que se pueda tomar posesión de él. Hay siempre en este acto algo de imperioso y de infantil, un rechazo a considerar la distancia, las dificultades. Pero el objeto en imagen es, y permanecerá siempre, un irreal ..." (Sartre, 1986: p. 5-30).

Los imaginarios sociales

Los imaginarios individuales, sin embargo, no son solo ejercicio de la conciencia solitaria; ellos pasan a ser imaginarios sociales porque el hombre ha de establecer relaciones en su existencia (Castoriadis, 1998). Los imaginarios son sociales porque, en el marco de las relaciones entre los hombres, se producen condiciones históricas y sociales favorables para que determinados imaginarios sean colectivizados. Los imaginarios sociales, a diferencia de los individuales, requieren ser institucionalizados y legitimados socialmente.

Por ende, los imaginarios jamás --a pesar de su relativa autonomía-- están exentos de historicidad. Cada gran época y cada lugar, entendido como el lugar antropológico (Augé, 1992), contiene uno o varios paradigmas imaginarios (Baeza, 2000). Los imaginarios se ubican en esa frontera de lo deseado y lo perdido, de lo visible y lo invisible; y es por eso que también signan las maneras de enfrentar la vida en sociedad, es decir, llevan la huella de la historicidad.

Si pensamos en los espacios urbanos de lo público, las plazas, las carreteras, los monumentos, en la ciudad de la materialidad, veremos que siempre habrá un imaginario que la construye y acompaña. Los imaginarios marcan la ciudad y, por ende, la manera de percibirla, de moverse en ella y habitada.

Preguntarse por estos imaginarios de la ciudad exige, por tanto, preguntarse por estas construcciones fundacionales que contribuyen o contribuyeron a hacer inteligible la experiencia de vida en la ciudad. Los imaginarios en estos términos, nos hablan siempre de utopía y de deseo (Silva, 1996). Nos hablan de cómo los que habitan y también los que escriben sobre la ciudad, imaginan e inventan formas de vida urbana para crear su ciudad. La ciudad imaginada, la ciudad subjetiva, así como habla de utopías y de una ciudad ideal a la manera como lo hicieron en su tiempo Campanella o Tomás Moro ... también nos conduce a un encuentro con los afectos y los sentidos de la ciudad vivida y proyectada.

En síntesis, la ciudad siempre tiene que arreglárselas con la construcción de imaginarios (Silva, 1996) que actúan como matrices de sentido. Son cartas de navegación, que fundamentan la acción de los sujetos y actores sociales, enriquecen y complejizan la razón, haciéndola deambular entre la realidad y la fantasía. El imaginario se presenta, no como una gramática ordenada de inteligibilidad del universo, sino como una composición relativamente libre e irrefutable, en la medida que no ha de rendir cuentas a ningún tipo de racionalidad. (3) Lo imaginario tiene relación con la creencia y la trama esencial del creer (Baeza, 2000).

Los imaginarios, hipertrofia y metamorfosis

Así como los imaginarios nos hablan de sueños y visiones de mundo, ellos también organizan la memoria. Pero más que testimoniar lo que se recuerda, los imaginarios ilustran la nostalgia contribuyendo a la hipertrofia de la memoria como fuente de conocimiento histórico (4). En este paso de la memoria a la imaginación, la certeza y la ilusión se entremezclan, y generan así más que un relato, una imagen que a menudo amplifica y transforma el acontecer. Es por ejemplo, la nostalgia que responde a esta hipertrofia de la memoria colectiva, del pasado rural y comunitario ... Y donde el acontecimiento termina por desdibujarse o sufrir una metamorfosis tal, que asombra. En este proceso, la memoria rompe su pacto con el pasado y pasa a la alquimia (5) de la imaginación. La imaginación, liberada de la fidelidad al pasado, ocupa finalmente el lugar de la memoria.

En este paso de la memoria a la imaginación, por cierto hay olvido. El olvido no significa no recordar, ni borrar la historia, significa simplemente el paso de la memoria literal a la memoria simbólica, para reinstalar por ejemplo, un imaginario nacional unificador que permita reconstituir el cuerpo social (Rojas, 2006) y la comunidad imaginada (Anderson, 1991).

El punto más interesante --desde una perspectiva antropológica-- es preguntarse cómo y bajo qué condiciones en nuestra ciudad se produce la socialización y la metamorfosis de estos imaginarios y representaciones. Ciertamente hay condiciones sociales e históricas más favorables que otras para que determinados imaginarios sean colectivizados e instituidos socialmente. En una sociedad de la desigualdad y...

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