La gran mortandad - 27 de Marzo de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 842448192

La gran mortandad

Voltaire observó una vez que "si bien la historia no se repite, la naturaleza humana sí lo hace". Con este criterio de análisis, me he preguntado cuánto ha cambiado nuestra historia desde 1348, en que se desató La Peste Negra, o La Gran Mortandad, hasta llegar al actual coronavirus; y cómo hay rasgos de nuestra condición humana que permanecen, aunque ahora se expresen en formas muy diferentes a las de antaño. Es una buena manera de poner en perspectiva lo que hoy nos ocurre, cuyas consecuencias -más allá del número de víctimas- en términos de disrupción económica y social son impredecibles y quizá tan aterradoras como el virus mismo.Dicha peste disminuyó la población mundial en al menos 30%, y en algunos lugares en 50% o 60%; eso, actualmente, equivaldría al menos a unos 1.900 millones de vidas. Para dimensionar la magnitud de esa plaga contamos con testimonios desgarradores de contemporáneos, incluido Bocaccio, que nos permiten revivir en toda su desesperación lo que entonces se vivió. Este magnífico escritor nos cuenta: "Cuántos hombres valientes, cuántas hermosas mujeres desayunaban con sus parientes y en la noche cenaban con sus ancestros". Las víctimas tosían sangre y, después de vómitos incesantes por tres días, morían, y con ellos también cualquiera que les hubiera hablado o tocado sus ropas. Las personas se enfermaban por miles al día y morían sin ayuda ni atención. Morían en las calles, y otros eran encontrados en sus casas por el hedor de sus cuerpos, solos y desamparados. Los sitios consagrados no daban abasto para esta multitud de cuerpos que se apiñaban por cientos en enormes trincheras, apenas cubiertos por un poco de tierra. Y allí llegaban perros y lobos a alimentarse de los muertos. Otro cronista cuenta que los carros de recolección transitaban por calles desiertas, recogiendo los muertos de la noche anterior, y los lanzaban formando "como capas de lasaña" en hoyos comunales, los maridos abandonando a sus mujeres moribundas y los padres a sus hijos agonizantes, por miedo al...

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