La gran familia chilena del polo
En 1997, con 28 años, Mario Pablo Silva tenía una vida muy distinta a la actual: se había titulado un año antes de ingeniero comercial y trabajaba en la empresa de ingeniería Tecnofast. Vivía en Santiago, en un departamento en la comuna de Las Condes, junto a su esposa, Andrea Castelblanco, más Maximiliano y Dominga, sus dos hijos mayores. Entonces preparaba un viaje que lo llevaría a vivir con su familia a Barcelona por dos años, donde haría un MBA. O eso pensaba, porque sus planes cambiaron de un día para otro.
-Era una súper apuesta irnos al extranjero. Yo siempre había soñado con volver al campo, pero me estaba yendo a perfeccionar. Un día me encontré con un amigo, que me contó que había dejado de venderle vino embotellado a alguien y me preguntó si quería hacerlo yo. Se lo comenté a mi papá, que vendía vino sin embotellar, y le tincó la idea.
Su padre tenía una viña con 180 hectáreas plantadas y una bodega antigua, donde producía dos millones de litros anuales. El vino se llamaba Angostura.
-Pero mi papá me puso una condición para comenzar el negocio: "Te vienes a trabajar conmigo". Y acepté.
Fue así como Mario Pablo Silva llegó a la naciente Casa Silva, ubicada en el fundo de Angostura, en medio del valle de Colchagua. Allí, el polo llegó casi por añadidura.
Silva cuenta que siempre había andado a caballo, pero que nunca le había entusiasmado jugar polo. Sin embargo, cuando volvió al campo, después de estudiar y trabajar en Santiago, se dio cuenta de que todos los fines de semana había partidos en la cancha que existía desde hacía más de cincuenta años en la viña.
-Me empezó a dar lata no participar y, de a poco, comencé a practicar con mis tíos, primos, hermanos. Ellos habían jugado toda la vida.
Pronto, sus hijos también participaron. Sobre todo Maximiliano, el mayor, quien al mismo tiempo practicaba rodeo.
-Hacíamos las dos cosas, pero hubo un minuto en que tuvimos que optar: definir si íbamos a seguir con el polo o el rodeo. Nos decidimos por el polo.
La razón, explica Mario Pablo Silva, fue porque el rodeo era mucho más demandante que el polo, y porque era "menos profamilia".
-Es un deporte en el que tú partes en la mañana y vuelves muy tarde a tu casa. La medialuna no tiene buenos baños, y al final la señora termina no yendo. Ahí dije: "No, vamos a jugar polo".
A Maximiliano le empezó a gustar cada vez más el polo, y a irle bien. Lo llamaron de distintos equipos, hasta que su padre decidió que era momento de armar su propio...
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