El gran desierto de Rajastán - 7 de Septiembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 527065350

El gran desierto de Rajastán

Los músicos gitanos -conocidos algunos como kalbelias- se mueven por todo el Rajastán, estado indio del cual forma parte el desierto del Thar. Por eso, en una semana de recorrido los he visto en las aldeas animando fiestas populares con sus bailes y cantos, con sus raros instrumentos de cuerda y de viento, y sus trajes que parecen sacados de algún baúl de los abuelos. Siguen, como hace siglos, cerca de los palacios de los maharajás (ahora convertidos en hoteles de lujo), recibiendo a los viajeros con sus músicas festiva o mística, y sus danzas sufíes.

Grande fue mi decepción por lo del encantador de serpientes y su cobra -de lo cual todavía no quisiera hablar-, pero eso no me impide gozar intensamente la emoción de lo que veo y escucho en este momento. Me he levantado al amanecer, y estoy en el espléndido patio rodeado de columnas del Suryagarh Fort Hotel, cerca de Jaisalmer, puerta de entrada al desierto. Una mujer kalbelia sentada sobre una pequeña tarima, entre dos columnas, y oculta completamente bajo su sari, canta. Canta a capella. No hay nadie más a esa hora en el lugar. Canta en un estilo melancólico que ha conocido otros siglos, para anunciar la llegada del día, como se hacía en los palacios de los maharajás. Siento que la emoción es tan fuerte como la que me produjo hace muchos años escuchar un concierto de cámara en un pequeño salón de Salzburgo, la cuna de Mozart. He recordado ese día instantáneamente. La misma exaltación, el mismo regocijo en silencio. Casi paralizado. Rogando que nunca terminara.

En Suryagarh me he quedado pegado al suelo. Esa voz y ese desgarro parecen arrastrar melancolías de mil años. Razón tiene nuestro acompañante cuando nos dice que el demonio no necesita muchas formas de tentar: le basta el bello canto de una mujer. Arib, la reina de la Ruta de la Seda, parece ocultarse bajo esas ropas rojas profusamente bordadas. También Kánipal, el gran precursor del kalbelia. Le relato esta experiencia al encargado del pequeño oratorio del Suryagarh, y me muestra un camino para escuchar a esa mujer cuando lo necesite, camino que quiero compartir: busque en Google "The mesmerising songstress of Thar" o digite www.suryagarh.com/blog

Los fríos de la cobra

Todos sabemos que, para muchos, la India puede marcar un antes y un después. En mi caso, el tiempo lo dirá, pero esta mujer solitaria cantando al amanecer en ese patio espléndido es de los puntos más altos en mis viajes por la India, pasando por el Taj Mahal, los crematorios de Varanasi, el Pequeño Tíbet del Dalai Lama y el Templo Dorado de los Sij, en el Punjab. Ahora camino el Thar. En 800 kilómetros de recorrido por este desierto subtropical, iré desde Jaisalmer hasta la vecindad de Delhi. Llegaré casi hasta Pakistán, donde la frontera es atravesada por el Thar. A ratos, el viajero con más tiempo puede salirse de la ruta para visitar...

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