Un gendarme en la zona más violenta del país - 1 de Abril de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 927411685

Un gendarme en la zona más violenta del país

-La cárcel es el reflejo de la calle -dice Gerardo, al teléfono desde su lugar de trabajo, un recinto penitenciario de la Región de Tarapacá, la zona más violenta del país y con la mayor cantidad de población penal extranjera: casi el 50%, según cifras de la fiscalía de esa región.Gerardo es un funcionario activo de gendarmería y lo llamaremos así porque ha exigido mantener su nombre en reserva. Su temor son las consecuencias de compartir su testimonio, no solo las que puede sufrir por parte de sus superiores, sino también por los reos y sus colegas. Lo hace, dice, porque está cansado. No sólo física y psicológicamente, sino también por el desgaste que ve en sus compañeros, la precariedad institucional, la falta de insumos, y la corrupción a la que ceden sus colegas y sus vínculos con los internos.A esa preocupación, dice, se agrega la tarea de enfrentar a delincuentes para los que no estaban preparados ni logística ni psicológicamente.-Como le digo, este lugar es el reflejo de la calle, de la sociedad. Y si la calle está violenta, la cárcel también.Gendarme débil, reo fuerteGerardo tiene menos de 40 años, una esposa e hijos. Viene de una familia donde hubo otros funcionarios de gendarmería. Al teléfono desde Iquique, cuenta que decidió seguir los pasos de su padre apenas salió del colegio, ingresando a la escuela de gendarmería, en Santiago. Allí trabajó por algunos años, hasta que fue trasladado a Tarapacá, donde ha sido funcionario en cada uno de los penales de la región, incluido el centro penitenciario para menores. No ingresó a la institución por vocación: lo hizo, como la mayoría de sus colegas, supone él, por la posibilidad de tener trabajo seguro y las opciones de ascender de rango. No era su vocación pelear con reos, dice, ni tampoco pasar su vida entre módulos. Sólo con el tiempo, cuenta, le tomó cariño a la institución.Gerardo explica cómo es hacer este trabajo. Primero, cuenta, debe soportar turnos efectivos de 24 horas, siempre atento a que una emergencia de última hora lo obligue a hacer horas extras. También gritos, amenazas, estar lejos de su familia si fue enviado a alguna destinación en otra región y, durante los primeros años, arreglárselas con un sueldo de poco más de 700 mil pesos, esperando otros cinco o más para ascender de rango y acercarse al millón. Como varios de sus compañeros con hijos, dice Gerardo, y en una ciudad donde el arriendo de un departamento no baja de los 500 mil pesos, será necesario complementar los ingresos trabajando como "chofer de Uber, taxista o guardia de discoteque".Sin embargo, dice Gerardo, la parte más dura es cómo ese cóctel, además del trato directo con los internos, influye en su vida personal y en su salud mental. Él mismo, explica, se vio obligado hace algunos años a buscar asistencia psicológica y psiquiátrica cuando el trabajo comenzó a afectar la relación con sus cercanos: sufrió trastornos del sueño, se irritaba con facilidad en la casa, siempre estaba a la defensiva, gritándole a su esposa e hijos de la misma manera que lo hacía con los reos en la cárcel. La decisión de recibir tratamiento, explica, fue una excepción a la regla.-Los funcionarios son súper reacios a contar sus problemas -dice Gerardo-. La cultura penitenciaria te exige no mostrar debilidad. "Compadre, usted es hombrecito", te dicen, "tiene que ponerse las pilas, si esta cuestión es para...

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