El Gen Tompkins La voz de su primogenita - 16 de Enero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 591679926

El Gen Tompkins La voz de su primogenita

Se acaba de cumplir un mes desde el accidente en kayak en el lago General Carrera que terminó con su vida. Pero a ratos, Quincey se refiere a él en tiempo presente, como si aún siguiera aquí.

De las dos únicas hijas que tuvo Tompkins durante su primer matrimonio con Susie Buell, Quincey -a diferencia de su hermana Summer- es la más parecida a su padre: ambos amaban la naturaleza, lo que los hizo trabajar juntos por más de una década en la fundación ambiental Deep Ecology.

También heredó mucho de su carácter. Para Doug -como llamaban los más cercanos a Tompkins- detenerse era morir. Y para Quincey, parar no solo significa asumir que su padre ya no está, sino que no pudo despedirse como habría deseado. Tompkins no solía llamarla por teléfono porque no siempre tenía señal en la Patagonia y tampoco celular. Pero el 18 de noviembre pasado, cuando Quincey cumplió sus 50 años, "el papá" -que es como ella lo llama- se las arregló para marcar su número. Quería desearle felicidades, pero ella no respondió. Veinte días después, el kayak en el que navegaba junto a un grupo de amigos se volcó.

Saber que su padre murió de hipotermia accidental severa el 8 de diciembre en el Hospital Regional de Coyhaique y que no alcanzó a hablar con él por última vez, es un gran dolor. Pero un mensaje que este le dejó a cambio en su celular y que ella escucha una y otra vez, se ha convertido en un motor durante su duelo.

-Me arrepiento de no haber contestado. Era un día muy ocupado, y estaba justo entrando a mi fiesta cuando sonó mi teléfono. Como no reconocí el número, no respondí. Mi padre me dejó un buzón de voz muy dulce diciendo que me quería, lo que es un poco irónico porque en realidad él no era ese tipo de persona. Esa grabación hoy es mi mayor tesoro -dice Quincey con los ojos vidriosos y el pelo rubio encanecido, tal como su padre lo llevó hasta los 72 años, cuando se sienta en su pulcro estudio de paredes grises en California, a las 8:35 de la mañana, y se conecta a Skype para hablar con "Sábado".

-¿Su padre no solía ser muy cariñoso?

-De tiempo en tiempo. Es que físicamente no estábamos juntos muy seguido. Él se mudó a Chile a tiempo completo en 1991. Y como estaba súper comprometido con los lugares y su trabajo conservacionista lo tenía cautivado por completo, venía a Estados Unidos solo una vez al año aproximadamente. Como no tenía señal a menudo, mi padre era mejor escribiendo faxes y luego emails. Tenía una letra chiquita y muy cuidada, pero no era tímido en decirte lo que pensaba por esa vía.

-¿Se escribieron después de que escuchó su mensaje?

-Sí, porque después de que traté de llamarlo de vuelta sin éxito, mi hermana además me hizo llegar un regalo del papá: es un collage con distintos retratos en blanco y negro donde aparezco yo a lo largo de los años. Me tomé fotos con el póster y se las mandé por email para agradecerle. Fueron los últimos intercambios de correos que tuvimos. Porque la última vez que nos vimos fue en abril pasado.

Se juntaron en Chile, cuando Quincey viajó con su familia para pasar 12 días con él. Estuvieron en Puerto Varas, Pumalín, Coyhaique y Balmaceda. Pero además fue la primera vez que, a través de los ojos de su padre, visitó el Parque Patagonia. Quincey quedó maravillada con la gran escala del proyecto en el que su padre estaba trabajando.

-¿Estás seguro de que vas a desprenderte de esta tremenda obra, papá? -le preguntó cuando exploraban el lugar.

Douglas Tompkins, recuerda su hija, no titubeó:

-Creo firmemente en...

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