El gen Keitel - 22 de Agosto de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 580969058

El gen Keitel

Su bisabuelo fue récord de Chile en 100 metros planos. Su bisabuela fue campeona de lanzamiento del disco. Su abuelo corría por el equipo de la Escuela Naval y logró récord nacional en 100 y 200 metros. Varios de sus tíos abuelos compitieron en sudamericanos de atletismo. Su padre, Sebastián Keitel Bianchi, fue conocido en los 90 como "el blanco más rápido del mundo" y hoy es un ícono del atletismo en Chile: fue medallista en Odesur, Sudamericanos, Panamericanos, Iberoamericanos y en el Mundial de Barcelona. Su madre, Lisette Rondón, fue récord nacional de 100 y 200 metros planos.

Entonces, es lógico pensar que en los genes, en el cerebro, en las piernas y en el futuro de Sebastián Keitel Rondón, de 18 años, está correr. De hecho, hoy, aún cursando cuarto medio en el colegio Verbo Divino, ya exhibe varias medallas que lo convierten en una promisoria figura del atletismo chileno: ganó su primer interescolar, el campeonato colegial más importante de Chile, cuando apenas iba en quinto básico. En 2011, con 14 años, fue campeón sudamericano en garrocha en Colombia y triunfó en el interescolar en 100 y 300 metros planos. Este año volvió a obtener medalla en el mismo campeonato y a muchos les llamó la atención un dato: superó por 0,23 centésimas la marca que su padre hizo a su misma edad, en 1991, en el mismo torneo. Ese tiempo, que no alcanza a ser un segundo, en el atletismo es un mundo de diferencia.

Sebastián Keitel Bianchi lo ve con orgullo. Piensa que su hijo tiene todas las condiciones para ser el mejor. Incluso, mejor que él. Pero, pese a las obvias coincidencias, entre ambos explotan las diferencias.

-Un tiempo fui su entrenador -cuenta Keitel padre-. Si le decía que tenía que hacer una repetición, me miraba como diciendo: "Para qué me dices eso, si lo hice bien". No acepta equivocarse, decir que tiene defectos. Para mí, él necesita presión. Si tiene 10 caminos, va a partir por el fácil. Y yo soy totalmente contrario, me gusta partir por el difícil. Traté de hacerlo bien como su coach, pero parece que no me resultó.

Sentado en un café en San Carlos de Apoquindo, cerca de su casa, Sebastián Keitel Rondón -o Tatán, como le dicen todos- a primera vista no tiene la misma seguridad, que a veces se confunde con soberbia, de su papá. Usa una desgastada polera naranja, un reloj grande y una cruz que cuelga de su cuello.

-Si no me sale una cosa, no soy el que sigue insistiendo hasta que me salga. Me voy y chao. Aunque gane, me frustro igual. Me quedé con gusto a poco, siempre pude haber corrido mejor, salir mejor -dice.

De niño, pasaba los fines de semana en el estadio del colegio Verbo Divino, donde sus padres iban...

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