El futuro del Valle de los Cóndores - Noticias - VLEX 1028147393

El futuro del Valle de los Cóndores

Fecha de publicación24 Marzo 2024
E s de noche y corre un silencio cálido. Unos cuantos destellos, que brillan como luciérnagas en la oscuridad, se reparten en las alturas de una pared de roca y avanzan hacia arriba con la lentitud de un moribundo; luego caen, se mantienen inmóviles y vuelven a subir.
La escena tiene un toque surreal. El cielo despejado y cubierto de estrellas contrarresta a la oscuridad y revela los contornos de la Gran Pared, una de las tantas en el Valle de los Cóndores, que día y noche recibe a decenas de escaladores que solo se detendrán cuando la piel de sus dedos deje de existir. Y a veces, ni siquiera.
Desde la base, donde un montón de rocas aplastadas entre sí da cuenta de un pasado activo, se oyen gritos de júbilo -tal vez un escalador consiguió completar una ruta desafiante- y, a lo lejos, en las montañas onduladas que lo cercan todo, se percibe una calma sin márgenes.
Escalar de noche tiene una ventaja: el vacío desaparece. Solo se ve lo que está al frente, lo que ilumina la linterna frontal. Puede ser una experiencia relajante o aterradora, dependiendo del carácter de cada uno.
La mayoría de la gente que visita este valle lo hace para escalar una de las más de setecientas rutas que se desperdigan por las paredes de roca basalto y andesita de las montañas del Maule. Para detectarlas, basta con mirar hacia arriba y ver el brillo de las chapas de anclaje. Cada columna de roca posee un carácter singular, un estilo de agarres y de movimientos que provocan, inconscientemente, un diálogo con la persona que trazó la ruta.
A comienzos de la década de 2000, este solía ser un secreto a voces, pero después de la equipatón del 2008 (que marcó un hito, pues era la primera vez que tantos escaladores de ciudades distintas unían fuerzas) ya no lo fue más: al menos veinte vehículos, incluyendo furgonetas con espacio para más de diez personas, se encuentran estacionados en el valle a un costado de las carpas. Si en otros lugares es necesario caminar kilómetros para llegar desde el estacionamiento al campo base, aquí solo bastan un par de pasos. Esa comodidad, me dirá días después el escalador Rodrigo Fica, conlleva el riesgo de que la capacidad de carga del valle colapse, lo que según él suele ocurrir durante enero y febrero.
Algo de eso se ve: papel confort enredado en las piedras, cajetillas de cigarros y latas de cerveza botados en un humedal. Escribir sobre este lugar y posiblemente hacerlo más conocido tal vez contribuya a ese colapso. O, idealmente, a lo contrario.
Es sábado por...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR