Un furgón escolar en la línea de fuego - 3 de Junio de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 932954959

Un furgón escolar en la línea de fuego

Hay zonas de la ruta P72-S , que une las comunas de Tirúa y Cañete, donde el paisaje habla por sí solo. El asfalto quemado, restos de máquinas incendiadas, cabañas en cenizas, antenas de telecomunicaciones destruidas alguna vez con explosivos, contrastan con la vegetación forestal y las personas que transitan la carretera con más atentados de Chile.Aroldo Maril tiene 47 años y forma parte de ese paisaje. Todos los días recorre la ruta trasladando a una veintena de niños de 13 a 17 años hasta el Liceo B-56, de Cañete. La mayoría de ellos, explica Aroldo, provienen de comunidades rurales y también de zonas urbanas de Tirúa, donde la oferta educacional para jóvenes de enseñanza media es casi nula: un liceo para toda la comuna.La tranquilidad de Aroldo para compartir por primera vez lo sucedido esa mañana parece encerrar la relación entre pobladores y la violencia en la zona. También el audio de WhatsApp que envió a los apoderados cuando tuvo señal en su celular: "Un aviso para todos los apoderados", dijo a las 7:22 a. m. del jueves 27 de abril. "Hoy en la mañana un grupo de individuos nos dispararon a la máquina. No sufrimos daños. Ninguno de los niños, ni yo. Vamos viajando a Cañete. Nos quebraron el parabrisas. Buenos días a todos, para que también puedan hacer la denuncia".La primera respuesta de una apoderada conserva el tono: "Gracias tío por avisar que gracias a dios nuestros niños están bien. Igual preocupada".Durante 17 años, Aroldo Maril trabajó como conductor de empresas forestales. Su trabajo consistía en trasladar a trabajadores que desde la comuna viajaban a Angol, Temuco, Los Ángeles o Concepción, para desempeñarse en la industria maderera. Hace ocho años, dice, decidió cambiar de rubro. Las razones: el recrudecimiento del conflicto mapuche, expresado en un aumento en los ataques a empresas forestales y sus trabajadores. Si bien nunca sufrió ataques ni amenazas directas, se sentía hostigado tanto por los hechos como por su comunidad."Me miraban como yanacona", dice Aroldo, que es casado y tiene dos hijos. "Pero sobre todo me sentía presionado por la maldad que hacen algunos. Ya conocía casos de colegas que sufrían a diario este tipo de ataques. Para estar tranquilo y no sentirme amenazado, me cambié al rubro del transporte escolar".Entonces, Aroldo rememora su niñez: para ese entonces, no había furgón, tampoco auto, ni caminos asfaltados, ni estufas de combustión lenta. Caminaba media hora casi todos los días para llegar hasta la...

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