Esquí fuera de pista en la Cordillera Metropolitana - 6 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 518466406

Esquí fuera de pista en la Cordillera Metropolitana

El día comienza temprano, pues la idea es aprovechar toda la luz que podamos para evitar imprevistos, y además llegar a tomar el primer andarivel de la mañana (en la zona central suelen abrir a las 9 horas). El clima nos acompaña con pronóstico parcial, lo que nos favorece porque permite tener completa visibilidad. Para esta actividad es básico partir con un desayuno contundente para acumular suficiente energía, y además llevar una buena provisión para el camino: no deben faltar frutos secos y mucho líquido, que ayudará a recuperar la sal que iremos perdiendo con la transpiración. Aunque estemos rodeados de nieve, no hay que confiarse: esta agua viene de la lluvia, por lo que no tiene sal y no sirve para hidratarse.

Bien abrigados, ya con nuestros equipos de seguridad (pala, sonda, casco y ARVA, un dispositivo que permite ubicar a los esquiadores en caso de avalanchas), y luego de avisar al personal de seguridad del centro de esquí La Parva, nos dirigimos hacia el punto de partida: el último andarivel del centro llamado El Águila, a 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar. En mi caso, para desplazarme prefiero usar unas raquetas de nieve y mis compañeros se inclinan por el splitboard, un tipo de snowboard que se puede separar y transformar en dos esquís de randonnée.

El Águila sólo nos permite cubrir una parte del recorrido, y una vez fuera del andarivel debemos seguir ascendiendo por nuestros propios medios por al menos 60 metros más, hasta llegar a la verdadera cumbre. Acá la vista ya es increíble: por un lado tenemos el cerro La Parva (3.970 metros de altura), más allá está el Pintor (4.180 m.) y finalmente está El Plomo (5.424 m.), que es conocido por ser el punto más alto visible desde Santiago y porque alberga al glaciar Iver. Desde este sitio tenemos una inclinación ligera, lo que ya nos permite empezar el viaje con los splitboard o, en mi caso, las raquetas. Ya acomodados, nos lanzamos a la aventura en descenso alejándonos cada vez más del centro de esquí. Por esta ruta es difícil contemplar algún tipo de flora debido a la nieve, pero la fauna compuesta por zorros, liebres y cóndores es muy fácil de avistar. El circuito nos regala unas bellas postales.

Al poco andar, nos encontramos de frente con la laguna Piuquenes, que se encuentra totalmente congelada en esta época. Mientras caminamos sobre el hielo, el miedo a que pueda romperse con nosotros encima no es menor. Por suerte, no pasa nada. A salvo ya al otro lado, proseguimos...

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