Frente al cráter más furioso de Centroamérica - 18 de Octubre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 585000774

Frente al cráter más furioso de Centroamérica

El ascenso al Acatenango parte a las 11 de la mañana. A esa hora, un montañista polaco -que va en esta expedición turística de ocho viajeros- dice que es la cuarta vez que intenta ver lava en Centroamérica. Tito, el joven guía guatemalteco -18 años-, lo tranquiliza: "Seguro verá usted lava", dice. El polaco sonríe. Le brillan los ojos.

La primera parte no resulta fácil. La pendiente es empinada y hay que cargar pesadas mochilas con carpa, colchoneta y saco de dormir, además de agua y un "box lunch" (en este caso, con dos sándwiches de queso, una barra de cereal, un huevo duro, fruta, sopa de fideos instantánea y una botellita de licor endulzada con tamarindo para pasar el frío nocturno en la montaña). El primer hito -que sirve de excusa para descansar- está al kilómetro y medio. Tito señala un árbol grande (40 metros de alto aproximadamente) que está hueco y que permite observar el cielo desde el interior de su tronco. El canac es un árbol frecuente en las faldas del volcán, "pero este es especial: tiene más de 500 años", dice.

Unos metros más allá está la caseta del Parque Regional Municipal Volcán Acatenango, donde nos registramos y pagamos la entrada. La huella de ascenso es inequívoca. Seguimos el sendero que cruza un campo de maíz, un huerto de frijoles, de habas y albahaca.

De pronto, la temperatura cambia drásticamente. Hemos entrado al "bosque nuboso", donde la constante niebla a ratos hace perder de vista a Tito. Pinos, encinos, zapotillos, canacs y otros árboles forman el tupido y hasta fantasmal bosque del lugar. Llevamos dos horas de ascensión y paramos en el refugio llamado Conejón. Dice Tito: "antes se veían muchos conejos, pero los cazadores los ahuyentaron".

Es la una y media de la tarde. De repente, la silueta de un anciano se asoma entre los árboles y la niebla. Impresiona. Tito se levanta y le habla en un dialecto local. El anciano tiene la barba larga y blanca y lleva un palo como bastón, tallado con figuritas abstractas. "Este es don Martín, el guía más longevo de acá", explica Tito. "Tiene 82 años y sigue subiendo el volcán. Lo hace desde los 14 años y es el único testigo de las tres grandes erupciones del Acatenango en el último siglo: en 1924, 1927 y 1972". Don Martín sigue su camino, el bosque nuboso va quedando atrás y comienza a aparecer el cono gris del volcán de Fuego.

Luego de cuatro horas de subida, llegamos por fin al Campamento de Fuego, una cima falsa del Acatenango que queda justo frente al furioso cráter...

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