La fiesta de MacKay - 24 de Septiembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 649575297

La fiesta de MacKay

Mario Concepción, el encargado de los trabajadores de la plantación de cacao, explica de qué se trata esto: dice que le piden al dios Chaac que los ilumine para una nueva siembra, y que después, si todo sale bien, se realiza otra ceremonia para ofrecerle la cosecha.

-Si alguien no quiere participar, tiene que pedir autorización a los mismos dioses -añade-. Son tradiciones que no podemos evitar, creer en nuestros antepasados nos mantiene en pie de lucha.

Jorge Mckay Alliende es el único chileno en el lugar. Usa un sombrero de explorador verde oliva, polera blanca y shorts en un día con 35 grados. La ceremonia del chamán se realiza en su terreno de cinco hectáreas, que compró hace cuatro años para cultivar su propio cacao criollo, una de las variedades más finas para la fabricación de chocolates.

McKay, el dueño de la chocolatería La Fête, escucha en silencio la ceremonia. El chamán sostiene una vasija entre sus manos desde donde sale un espeso humo, mientras canta cada vez con más intensidad y, como si la naturaleza obedeciera a un misterioso designio, entre el calor se sienten las primeras ráfagas de viento de la tarde. Los trabajadores, acostumbrados a las consecuencias de las ceremonias, no se sorprenden.

-Esto es increíble. Es como estar en un sueño -dice, susurrando, Jorge Mckay.

En el siglo XIX, Alexander McKay vio que en Chile no se fabricaban galletas. Entonces, con su esposa y dos hijos viajaron en barco por 60 días hasta llegar a Inglaterra, donde aprendió a cocinar recetas dulces. Volvió a Talca y fundó, en 1892, la empresa a la que bautizó con su apellido: McKay, que con el tiempo se convirtió en una de las compañías más importantes y reconocibles del país.

En 1903, la fábrica se instaló en Santiago, en la calle Moneda. Ese mismo año, Alexander murió y la empresa pasó de generación en generación, hasta llegar a su bisnieto, Jorge McKay Harseim, quien sería el último del clan en estar a la cabeza del negocio.

McKay Harseim tuvo nueve hijos. El mayor de ellos es Jorge McKay Alliende, que hoy, bajo el implacable calor húmedo de la selva del Yucatán, recuerda su infancia, desde las bromas que le hacían por el eslogan "Más ricas no hay" hasta la obligación de llevar siempre galletas al colegio, para que no lo criticaran por egoísta.

Dice que creció acompañando los sábados a su padre al trabajo, quien además de empresario, era presidente de Icare, de la Unión Social de Empresarios Cristianos (Usec) y director de la Sofofa. En su mejor momento, McKay llegó a facturar 50 millones de pesos anuales en los 80.

-Pese a que teníamos un buen pasar, vivíamos con austeridad -cuenta McKay Alliende.

Después de terminar el colegio, entró a la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Viña del Mar. Su primer trabajo, sin embargo, no fue en la empresa familiar, sino que en el área de marketing de...

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