La ficción de Baquedano - 14 de Marzo de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 862259453

La ficción de Baquedano

Walter Benjamin observó (en sus tesis sobre la historia) que detrás de todo documento de civilización se esconde un momento de barbarie. Y para no ir más lejos, Jorge Luis Borges, en uno de sus cuentos imaginó que detrás de todo héroe hay siempre una mentira. Igual cosa se aprecia en "El hombre que disparó a Liberty Valance" de John Ford. Allí el héroe es un impostor involuntario, una ficción.Y Baquedano, sacado del plinto esta semana, no es una excepción.Pero lo mismo puede decirse de cualquier sujeto erigido en bronce y encaramado a un plinto. Detrás de todo individuo cuyo valor se recoge en un monumento se esconde una vergüenza, en él se agazapan a la vez un civilizado y un bárbaro. En el triunfador de una guerra hay un crimen; en el político exitoso, una mentira; en el santo elevado a los altares, un pecado. No se llega a héroe sin crimen, ni se triunfa en política sin mentir, ni se logra la santidad sin pecado.De ahí, sin embargo, no se sigue que el militar, el político o el santo no puedan ser representados en un monumento.Porque un monumento no es un homenaje a un sujeto biográfico, una canonización de su trayectoria vital, sino que se trata de un reconocimiento de los valores que a él se adscriben (la raíz latina de la palabra monumento significa advertir, llamar la atención). Se erige un monumento para llamar la atención acerca de un significado o sentido que permite unificar una experiencia colectiva que de otra forma se desvanecería en el tiempo. Lo que se entroniza no es pues al sujeto y su vida, sino lo valioso que se aprecia en una parte de su trayectoria vital. No es pues la figura de Baquedano hoy, o de Frei o de Allende mañana, o de este o aquel santo lo que se entroniza, sino lo bueno que la sociedad decidió ver en lo que ellos hicieron o se empeñaron en hacer.En suma, un monumento es una ficción tangible.Por eso la decisión del Consejo de Monumentos Nacionales de retirar la estatua del General Baquedano es errada. No cabe duda de que el Consejo adoptó la decisión con el propósito de proteger la materialidad de la estatua; pero olvidó que no era la materialidad lo que estaba en juego.Lo que estaba en juego era la ficción.Si la estatua hubiere estado maltrecha por los estragos del tiempo, si un temblor la hubiese resquebrajado, o un grafiti ensuciado o envilecido, o un conductor borracho chocado, no tendría nada de raro y sería extremadamente sensato decidir sacarla de la vista del público...

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