Los fecundos caminos de un maestro - 10 de Julio de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 644783873

Los fecundos caminos de un maestro

Es la clase de pregunta que el realizador, fallecido el pasado lunes a los 76 años, debe haber enfrentado una y otra vez en una carrera que se prolongó por cinco décadas y operó en todos los niveles del audiovisual -cortos, medio y largometrajes, documental y ficción, cine ensayo, videocartas, instalaciones-, pero es una interrogante que en su caso no puede responderse en solo términos de formatos, géneros o estilos. Intentarlo sería empobrecer su legado. Como ocurre con los más grandes -y él estaba en la misma liga que Chaplin, Welles o Bergman-, lo que interesaba a Kiarostami era indagar y cuestionarse la aparente infinitud del horizonte abarcado por nuestra mirada. En momentos en que todo parecía estar reciclado y atrapado dentro de fórmulas, su resiliente energía se volcó en algo más que simplemente hacer películas: redescubrir la persistente capacidad del ser humano para inventarse nuevas maneras de ver el mundo y de existir en la imagen.

Infancia, imagen

Pero claro, nada de eso pasaba aún por su cabeza a principios de los años 60, cuando se pagaba sus estudios de diseño gráfico haciendo el turno de noche en una estación de policía. Ya graduado, pasó de trabajar como creativo en una agencia publicitaria a dirigir comerciales para la TV y crear secuencias de créditos para comedias y producciones dramáticas. Quizás habría seguido en eso -o cumplido su sueño de convertirse en pintor- si hubiera desechado en 1970 la propuesta de integrarse al Kanun, Instituto para el Desarrollo Intelectual de Niños y Jóvenes, una repartición estatal dedicada a la creación de materiales educativos para escolares. Fue ahí donde empezó todo: con Kiarostami filmando en los recreos y la sala de clases, rodando breves relatos sobre hacer las tareas, portarse bien e interactuar con el curso, los que gradualmente fueron ganando en profundidad en la medida que el joven director se daba cuenta de que en los rostros de esos niños no estaba desplegada una simple fábula con moraleja, sino las intermitencias de la propia condición humana.

Eso no era, por cierto, un descubrimiento. Los neorrealistas italianos, con Vittorio de Sica y Cesare Zavattini a la cabeza, lo habían explorado con éxito después de la posguerra; pero nadie lo había trabajado de manera sostenida en el tiempo y con una lógica que no hiciera de los chicos estereotipados protagonistas de emotivos melodramas. Para efectos del Kanun -y de Kiarostami-, un niño no era solo un objeto filmado por la cámara...

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