El extraño mundo de San Marino - 26 de Junio de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 643748597

El extraño mundo de San Marino

En cualquier otro país, Danilo Rinaldi no podría caminar tranquilo por la calle. Dos días antes de nuestro encuentro había marcado el gol con que su equipo ganó el campeonato nacional. Es más: desde que fue contratado como delantero, hace cuatro años, el club ha ganado todas las copas de la liga. Y aún más: es una de las principales figuras de la selección de su país.

Pero mientras tomamos una cerveza, sería mucho decir que alguien reparó en su presencia.

Rinaldi levanta los hombros:

-Así es en San Marino -dice.

Pese a su nombre, San Marino no tiene mar. Ni siquiera ríos. Tampoco aeropuerto ni estación de trenes. Menos aduana y no es necesaria ninguna formalidad fronteriza al entrar: ni llenar papeles ni explicar el motivo de la visita ni mostrar el pasaporte. Por eso, en este punto del viaje en bus, no sé dónde estoy. No sé si el paisaje que se ve por la ventana aún es Italia o si ya llegamos.

-Ya llegamos -me aclara Massimiliano, un sujeto ni joven ni viejo que va sentado a mi lado, mientras el bus sube por una carretera que serpentea por la ladera del monte Titano, en el corazón de los Apeninos.

Massimiliano habla fuerte, como si no se escuchara a sí mismo. Me pregunta si vi el pórtico que pasamos hace un rato, una especie de puente peatonal blanco con un mirador.

-Bueno, esa es la frontera. Pero solo sirve para que sepan los turistas.

Durante el resto del viaje, Massimiliano me ilustrará sobre la vida en San Marino, la comida en San Marino, el paisaje en San Marino y la gente en San Marino. Le pregunto de qué trabaja. De mozo, dice. Le pregunto dónde queda su restaurante. Allá arriba, dice. Le pregunto arriba, dónde. Y Massimiliano indica hacia el peñón más alto de la montaña.

-Allá.

Entre las nubes, emerge la silueta de la Torre Guaita, una imponente construcción medieval que es la postal más conocida de esta república que apenas aparece en el mapa, ubicada unos 400 kilómetros al norte de Roma, habitualmente relegada de los circuitos turísticos tradicionales, a veces confundida como parte de Italia y otras veces desconocida para el viajero menos informado.

Casi no se oye hablar de San Marino. Las pocas ocasiones en que se le menciona son siempre por un puñado de datos que parecen sacados de un libro de récords. Massimiliano los enumera: es el país más pequeño de Europa, después de El Vaticano y Mónaco. Tiene apenas 61 kilómetros cuadrados. Y cuenta algo más de 32.000 habitantes, menos que cualquier comuna de Santiago. Ostenta la mayor esperanza de vida en el mundo, con 85,6 años, según la OMS. Y es una república vieja, la más antigua de todas, fundada oficialmente en el año 301. Y solo para abundar, Massimiliano menciona que aquí se redactó la primera Constitución de Europa.

Pero tal vez este país sea más conocido no tanto por su fantástico casco antiguo, ni por sus calles empedradas, ni por sus tres torres medievales que se ven antes de llegar, sino que por una curiosidad que ha dado la vuelta al planeta: tiene la peor selección de fútbol de toda la historia.

-¿Fútbol? No sé nada de fútbol -me reclama Massimiliano.

Danilo Rinaldi, de manga corta, deja entrever sus brazos tatuados. Mientras toma su cerveza, dice que antes de radicarse aquí jamás había oído hablar...

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