Mi experiencia frustrada con el parto natural - 7 de Julio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 577059614

Mi experiencia frustrada con el parto natural

Otra verdad: parir es natural, es algo para lo que estamos preparados. Llevamos cinco mil años haciéndolo. Nuestras abuelas y bisabuelas lo hacían todo el tiempo en las más extrañas y difíciles situaciones. Pueblos sin doctores paren y siguen pariendo, de hecho lo hacen más que nosotros, de tal manera que pareciera que las garantías indoloras, en vez de ser un incentivo, son una forma más de alejar a las posibles madres de un acto que hemos recubierto de un velo de vértigo y complicación que nunca tuvo.

La cosa sigue con verdades más pequeñas, pero verdades al fin y al cabo: El 2012, en la salud privada, la tasa de cesárea llegó al 71 por ciento. En el sistema de salud en general alcanzó el 49 por ciento. La Organización Mundial de la Salud recomienda que en ningún país sobrepase el 15 por ciento. Esta misma organización advierte, cada vez que puede, sobre los peligros de la cesárea como método preferente de nacimiento.

Todo termina, sin embargo, en una gran mentira: El parto es de la que lo trabajó. O de manera menos metafórica, nadie puede quitarle a la mujer que pare el acceso completo a la experiencia de parir tal y como ha decidido hacerlo.

En el papel, esta exigencia puede ser razonable. Pero cualquier mujer que ha parido y cualquier padre que ha visto parir, sabe que el parto es un acto que concierne al menos a dos cuerpos. A veces, incluso hay un padre y abuelos. Para calmar a todo ese contingente no es inconcebible recurrir a matronas, parteras y doctores. Cualquiera que ha parido y visto nacer sabe que este es un acto que implica emocional y económicamente al cuerpo mismo de la sociedad entera. Lo que hace traumático y maravilloso el acto de parir es quizás eso, que se acaba el "yo quiero", "yo soy", "yo decido", para conjugarse todos esos verbos en un nosotros que no siempre habla o que no siempre habla nuestro idioma.

Los machos, es cierto, no podemos comprender ni la mitad de lo que pasa una mujer que pare. Pero tengo la impresión de que las mujeres tampoco pueden entender del todo la experiencia y que no hay nada más perverso que intentar, justamente, entenderla del todo, poseer de algún modo esta experiencia. Esto lo aprendí justamente en un curso de parto natural que tomé con mi mujer cuando esperábamos a nuestra primera hija.

El legado

de Julio César

Siendo honesto, la matrona que nos daba el curso era bastante racional y tenía suficiente experiencia para saber que, ese día a esa hora, es poco o nada lo que uno decide y mucho lo que uno teme. Ella había parido muchas veces, aunque era tan delgada y paciente que parecía que no lo hubiese hecho nunca. La acompañaba una ayudante, que también había sido madre varias veces, aunque había caído en las manos de las cesáreas que, nos advirtieron, a veces es necesaria, y otras, imprescindible, pero que en muchas clínicas -que no vale la pena nombrar- son una forma de los doctores de alargar sus fines de semana y jugar más hoyos de golf. Incluso hay mujeres que lo piden, que programan -nos contaron horrorizados- el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR