Las estrellas del cine chileno en el siglo XXI - 19 de Diciembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 699246901

Las estrellas del cine chileno en el siglo XXI

Aquí, las tres actrices seleccionadas cuentan cómo ha sido su proceso creativo y personal para llegar a donde están. Daniela Vega, Paulina García y Catalina Saavedra, todas creadoras disímiles, dan cuenta, sin embargo, de verdades comunes: afirman que el cineasta es el eje central de una película, que la concentración y el trabajo interior son las claves de un actor, que el prestigio vale más que la fama y que, con el éxito, debe crecer la humildad. Todas dicen, además, que su gran cable a tierra es saber que son chilenas y que sus afectos -pase lo que pase y estén donde estén- permanecen en Chile. Porque aquí, y en ninguna otra parte del mundo, germinó la semilla de su talento.

Daniela Vega el arte resignificó mi vidaYo acuñé una palabra: resignificación. Para mí, mi carrera resignificó mi vida. El arte me salvó la vida. Yo estaba muy deprimida, decía: '¿Para qué hice todo esto, para qué?. Hice un cambio de género, mi familia me acompañó, eduqué a mucha gente para que entendiera que yo no estaba loca. Sin embargo, no tengo posibilidad de trabajar, de salir de la casa de mis papás. El arte me ayudó a que pudiera encontrar mi lugar en el mundo. Cuando terminé mi transición, estaba muy deprimida. Yo puse muchísima energía en mi cambio de género, fueron tres años. En ese tiempo me deprimí completamente; era muy joven, tenía 14 años: salí del colegio a los 17 y ese Año Nuevo estaba de taco alto en mi casa, con mi familia. Muy comprometida con mi cambio, me lo tomé como una carrera. Estaba completamente a la deriva y me sentía muy sola. Justo en ese momento, todo complota de manera explosiva: termino mi transición, salgo del colegio y mis padres se separan. Para mí eso fue un dolor tremendo. Estuve un año en cama, de los 17 a los 18, porque no encontraba trabajo, no me daban pega en ninguna parte. Me decían que tenía que sacarme el disfraz de mujer para ir a trabajar. Una vez me ofrecieron combos en un trabajo.

Entro al teatro un día y sentí como que me hubieran llenado de aire de nuevo: era el Arcis. Al terminar, nos ponemos a conversar y me integraron. Y comencé a ir a clases de teatro de oyente, tenía 20 años, después actué. No paré más, tengo 28, llevo casi ocho años en el teatro. Siempre quise ser artista, pero no encontraba la forma de meterme: no servía para pintora ni escritora, no sabía si tenía talento. Siempre supe que podía cantar y siempre he cantado. !Pero actuar¡ !Actuar signficaba comprometerse con el cuerpo¡ Y dominarlo: necesito mi cuerpo como herramienta, como vehículo para emocionarte. El talento es una pequeña cantidad, pero lo que más sirve para ser artista es el trabajo. Si quieres ser una regia escultora, tienes que trabajar y trabajar la piedra. Y eso fue lo que yo hice, y llevo casi ocho años trabajando en el teatro.

Hay años musicales, años actorales y años mezclados. Me gusta que sea 50 y 50. Cantar es importante para mí. En 'Una mujer fantástica' hay dos óperas cantadas por mí, son óperas del Barroco, porque mi maestro de canto y yo hemos trabajado mi voz desde la lírica barroca, distinta a la voz wagneriana, que es esa voz gigante. Si tuviera la voz pesada, me habría ido a cantar Wagner, pero no puedo.

Todo lo que he hecho se lo debo a Sebastián Lelio. Él se convirtió en mi maestro de cine, me enseñó cine, me enseñó a entender cómo usar la boca, los ojos...

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