La estrategia sin fin de Nicolás López
-Cuando la crítica dice que tus películas son light, poco profundas, ¿qué te provoca?
-Significa que el crítico es un imbécil.
-¿Por qué?
-Porque significa no ver una profundidad en lo pop. Si una cosa te hace reír y te emociona, ¿es poco profunda? Lo que te digo es que las cosas que filmo tienen una profundidad para mí. Hay piscinas para todos los gustos y quizá la mía sea la profundidad de la piscina de los niños, de 10 centímetros.
-Pero, como en todo, siempre habrá gente a la que le guste una película y otra a la que no.
-Hoy tengo miles de mensajes que dicen que la gente aplaudía ayer en los cines viendo No estoy loca, que lloraron. Esa es la conexión, no lo que diga un pelotudo en el diario porque ese día está enojado. No puedo hacerme cargo de gente a la que no la quisieron cuando chicos.
-Pero no porque a alguien no le guste una película tuya implica que "no los quisieron cuando eran chicos" ni que andaban enojados.
-Es que yo creo que es así. Si tienes un hijo y alguien te dice que es un imbécil, ¿qué vas a pensar de esa persona? ¿Que es bacán? No, que es un idiota.
Todo es márketing
Nicolás López tenía 16 años cuando quedó impresionado con la película El proyecto de la bruja de Blair. No porque la encontrara particularmente buena, sino por el márketing que hubo tras ella, con virales e historias falsas que propagó un sitio creado por los directores, causando interés y que la gente fuera a verla a los cines. Antes de la era Youtube, de los celulares inteligentes y de las fake news, La bruja de Blair fue un hit global gracias a su campaña y para López un modelo a seguir.
-Cuando pienso en una nueva película, digo: "OK, ¿cuál es el póster? Porque si no lo sé, ¿cómo voy a saber de qué se va a tratar una hora y media de esto? ¿Cuál es el nombre, el hashtag? Para mí es un arte armar una campaña -dice López (34), sentado en su escritorio en la productora Sobras, al día siguiente del estreno de su último filme, No estoy loca.
Ante de que la cinta llegara a las salas, él sabía que a Mujer maravilla la habían ido a ver 15 mil personas en su primer día en salas chilenas. Que Liga de la justicia convocó a 23 mil personas y La bella y la bestia a 25 mil personas. Lo sabía porque quería compararse con esas superproducciones. Sus cálculos acertaron: congregó a 27 mil personas en 99 salas a lo largo de Chile, y un comunicado de la distribuidora lo recalcó. Había superado a los blockbusters estadounidenses.
"Es un estratega, un obsesionado por el márketing", dice un amigo de López que lo conoce desde hace años. "Sabe bien cómo moverse, qué decir en una entrevista e investiga los temas que se están hablando. Maneja las cosas a su favor, todo es una estrategia para él", agrega la misma fuente.
-Le gusta mucho el márketing, es lo que más le gusta de todo el proceso en una película. A mí me aburre y cuando opino dice en broma: "Qué sabes de esto" -cuenta su socio en Sobras, Miguel Asensio, con quien no se pagan un sueldo en la productora, sino que hacen retiros de dinero.
Prácticamente calvo, vestido de negro y con anteojos de marco estilizado, Nicolás López habla con la misma velocidad que exige un viral para decir todo en menos de 30 segundos. La influencia de su padre publicista y dueño de la productora Cinemágica -donde aprendió a editar y cuyos equipos ocupó para hacer sus primeros cortometrajes- es marcada y cuenta su historia de vida como si se tratara de un guion. Como en todas sus entrevistas, dirá que sus padres no le dieron plata para filmar cuando partió; que Quentin Tarantino encontró alguna vez a Promedio rojo "la película más divertida del año"; que le gustan los cómics, las comedias y el terror; que el fracaso de su película Santos significó "una caída y un aprendizaje"; que la trilogía Qué pena... fue "el reencuentro con mis orígenes" y que ahora se dio cuenta "de que soy feliz". Pero cuando se le pregunta algo que escapa a lo que suele contar, sortea el momento con impaciencia y alguna ironía.
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