Egon Wolff - 27 de Agosto de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 647673577

Egon Wolff

-Porque tengo una obsesión de conocer el interior de las personas, lo que ocultan, lo que esconden, lo que temen. Me fascina, es lo más importante del ser humano. Y al psicólogo, al psiquiatra, se le entrega una llavecita para abrir un candado. Normalmente no nos dan esa llave, no se nos abren los candados; al psiquiatra, sí. Me fascina.

No fue psiquiatra. Pero el teatro le permitió un atajo hacia su vocación:

-La razón por la que escribo es esa.

Egon Wolff Grobler, uno de los dramaturgos más aplaudidos de la generación literaria del 50 en Chile, premio nacional de Artes de la Representación en 2013, autor de una trilogía teatral que marcó la escena del siglo XX en el país y cuya obra ha sido ovacionada en más de veinte países, acaba de cumplir, en abril, 90 años en su parcela de Calera de Tango, donde vive entre camelias y magnolias.

Recuerda que a los 28, y recién casado con Carmen Peña, vio La muerte de un vendedor, de Arthur Miller. Esa noche corrió, dice, desde Antonio Varas hasta su casa en Los Leones, se encerró y se puso a escribir. Miller, O'Neill y el suizo Dürrenmatt fueron clave en su aprendizaje. También Isidora Aguirre y el director Eugenio Guzmán:

-En la casa de Eugenio conocí a la Nené Aguirre. Y la Nené tuvo la generosidad y el cariño de leer las primeras cosas que yo escribí. Y ella fue mi maestra. Leyó mis obras y me dio una serie de directrices. Era una gran mujer, me enseñó las bases de la buena dramaturgia.

-¿Qué consejo le dio?

-Que yo estuviera presente personalmente en el personaje protagónico. Que fuera una imagen mía, de alguna manera, para llegar a la verdad, a la verdad del ser humano.

Fueron amigos más de veinte años. Sonríe cuando recuerda que por mucho tiempo fue exclusivamente "escritor de sábados y domingos"; en la semana volvía a su industria de productos químicos. Con su escritura -centrada en el mundo interior y psicológico de sus personajes, además de hacer una crítica social a los valores burgueses-, Wolff cimentó su prestigio nacional e internacional. Hoy acumula más de 25 obras, y su famosa trilogía, Los invasores (1963), Flores de papel (1970) y La balsa de la Medusa (1984), está considerada entre las obras indispensables de la dramaturgia nacional.

Pero Egon Wolff conoció también sinsabores. Dice que alguna vez se sintió discriminado por su origen social:

-Tengo espejos en mi casa y veo lo que ven las otras personas. Y en mí ven a un anglosajón, de clase media alta y con plata; es lo que yo...

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