Dudas a ocho mil metros - 25 de Noviembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 697530837

Dudas a ocho mil metros

la última expedición se había retirado hacía tres días y apenas un walkie talkie los mantenía conectados con el mundo. Era el punto en que los dedos de los pies empezaban a congelarse y todavía quedaban dos horas y media bajo la nieve antes de llegar a la cumbre del Dhaulagiri (8.167), el séptimo macizo del planeta y uno de los 14 ochomiles, esas célebres cimas del Himalaya que los montañistas tanto anhelan subir.

Desde 1989 en adelante, cinco expediciones chilenas habían fracasado en el monte nepalés. El 25 de mayo pasado, Rodrigo y Tamara se prometieron cambiar esa historia. Él es doctor en Fisiología, realiza exploración de glaciares, es fanático de las motos y de los perros, tiene 48 años y ya había estado en otro ochomil, el Broad Peak (8.501), en 1999. Ella es profesora de Educación Física, tiene 38 años y hace 20, cuando destacaba en la jabalina, dio un giro que la llevó del atletismo a ser guía de alta montaña. Última cumbre destacada: el pico Lenin (7.134), en Kirguistán, el 2012.

Ese día en el Dhaulagiri salieron del Campo 3 (7.300 metros) a las cuatro y media de la mañana, después de una arenga que le dio Rodrigo a Tamara. Aunque lo intentaron, no pudieron partir antes por el viento y la niebla. Rodrigo había atacado esa cumbre en el 2014 con otro equipo y por mal tiempo tuvo que abandonar la misión justo en ese punto. Era su revancha y le pidió a su amiga que lo acompañara.

Según el registro que compartieron, cuando estaban a 400 metros de la cima avisaron al Campo Base (4.700) que harían un tercer intento para atacar la cumbre. Los dos primeros habían fallado, uno por mal tiempo y otro por la insolación de Rodrigo. Eran las 14:00 y, en el Campo Base, el contador Rodolfo Cuevas, pareja de Tamara y tercer integrante del equipo, recibió la comunicación. Quedaron en que volverían a contactarse dos horas después, porque comenzaba una tormenta y además se aproximaba el monzón, un viento cálido que entre junio y septiembre provoca lluvias letales en el continente asiático y diluvios de nieve en el Himalaya.

El montañista Andrés Marangunic estuvo con Rodrigo en ese mismo ochomil el 2014 y por lo que describe, por momentos el avance es a la velocidad de un elefante en un pantano. "Caminábamos enterrados en la nieve hasta más arriba de la rodilla. Hay muy poco espacio, la ladera tiene una pendiente de unos 37 grados de inclinación y recibe nevadas todas las tardes. Por un lado hay una pared de roca y, por el otro, un glaciar y muchas grietas, y tú vas subiendo a través de una arista", cuenta Marangunic.

Así es el Dhaulagiri. En él han muerto al menos 74 personas y no es una exageración decir que cada paso puede ser el último antes de una tragedia. Por ejemplo, del Campo 2 (6.400) hacia arriba, si uno quiere salir de la carpa al baño, debe hacerlo con crampones puestos y amarrado a una cuerda, para no rodar hacia algún precipicio. Está también el ascenso de los últimos 200 metros, que es todavía más peligroso. Ahí se avanza lento, se jadea en lugar de respirar, muchas veces al borde de un edema, y cada tres pasos conviene detenerse a descansar por 30 segundos.

A esta altura de la montaña las rachas de viento pueden superar los 100 kilómetros por hora. Gino Casassa, miembro de la primera expedición chilena al Dhaulagiri en 1989, explica que para llegar a la cima hay que avanzar por un filo cumbrero. Al salir de él, uno queda expuesto al viento blanco. Después viene una especie de pared en diagonal, se sube por un canalón "y ese canalón conduce a la cumbre, pero no se llega exactamente a la cumbre, sino a una arista, y esa arista lleva a la cumbre".

Con ese tramo infernal por delante, Rodrigo en un momento se detuvo y le pidió a su compañera de cordada que lo esperara junto a una pared muy vertical que habían alcanzado. Él iría a la cima y volvería. Ella, sin embargo...

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