El drama oculto de las Gitanas suicidas - 29 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 521797154

El drama oculto de las Gitanas suicidas

En la penúltima banca de madera está Pepa, una gitana que pronto cumplirá 23 años. Tiene dos hijos. Uno de siete años y el menor que carga en sus brazos, de dos. Lleva una colorida falda larga de algodón confeccionada por ella, un polerón morado y el pelo tomado. Tiene los pómulos rosados, se ve serena.

Pero Pepa ha intentado quitarse la vida cuatro veces. Todas con sobredosis de pastillas. Su primer intento fue a los 14 años, cuando, todavía soltera, se sentía sola. El segundo fue a los 17: ya estaba casada, tenía un hijo, pero su marido, también gitano, había caído en la droga.

-Eso me afectó mucho -recuerda. -Yo me decía "qué voy a ver para más adelante". Ahí fue donde tomé el medicamento. Cuando me mejoré un poco, antes de que me dieran de alta me mandaron a un psicólogo o a un psiquiatra. No me acuerdo bien. Me dio una pastilla para la alegría. Pero, cuando me sentí mejor, no la tomé más.

De su tercer intento -a los 18- y del cuarto -a los 20- solo tiene recuerdos borrosos.

Ambas veces fue tras una pelea con su marido. Se bañó, tomó cajas de pastillas y se acostó. Las dos veces la encontró su suegra, con quien vive en una casa en Talagante. Como son los únicos gitanos en el barrio, Pepa comenta que, a veces, siente nostalgia por la vida que llevaba en la carpa junto a sus papás: ahí compartía con sus primas, se juntaba con sus amigas. Todo eso se terminó cuando, a los 15 años, se convirtió en dueña de casa. Desde entonces, dice, todos sus días son iguales.

-Me levanto, me tomo un café, me fumo un cigarro, les doy algo de comer a los niños, hago aseo. Voy a comprar, cocino, hago de nuevo aseo para dejar todo en orden. Si hay que lavar ropa, lavo ropa; si hay que planchar, plancho; si hay que trapear, trapeo. Para una gitana, todos los días son lo mismo. Lo mismo, lo mismo, lo mismo.

Juan Nicolich, el único pastor adventista gitano que hay en Chile, suena preocupado. Desde hace cinco años, asegura, cada mes y medio, un gitano se quita la vida. Algunos años ha contado hasta 15 casos. El 80 por ciento de las veces, se trata de mujeres. Por eso, en el culto que se celebra los días sábado en la Iglesia Adventista Gitana de La Cisterna, cada vez es más común que durante la oración por los enfermos, muchos pidan "por las gitanas suicidas".

Y en el chat de WhatsApp Gitanos por Cristo, que Nicolich comparte con cerca de treinta cíngaros repartidos por todo Chile, los intentos de suicidio de gitanas se han convertido en una noticia peligrosamente habitual: ahora a casi nadie le extrañan. En Rancagua hablan de cuatro o cinco muertes en lo que va del año. En Antofagasta, de otro par. Una más ocurrió en Chillán. Otra en Viña. En Santiago también. Suelen ser mujeres de entre 15 y 40 años, madres de uno, dos, tres o cuatro hijos, sumidas en una depresión severa que jamás se han tratado. Mujeres como Yessenia, la prima hermana de Pepa, quien se quitó la vida hace seis meses y dejó a un hijo de menos de un año, que hoy crían sus abuelos.

-La depresión y el suicidio se han convertido en el problema más grande y comentado de nuestra comunidad. Todos están espantados. Están con miedo. ¿Qué está pasando entre nosotros?, se preguntan -comenta Nicolich.

Lo que más urge al pastor es que advierte una psicosis colectiva: cuando una deja este mundo, otras cuatro o cinco lo intentan en las semanas siguientes. Y todo parece...

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