El drama inédito de Juan Radrigán - 31 de Diciembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 656541997

El drama inédito de Juan Radrigán

Silvia Marín, la mujer que durante 30 años acompañó a Juan Radrigán y que fue nombrada por él como su albacea en el testamento que firmó en septiembre pasado, habla de la primera familia del premio Nacional de Arte, con la que mantiene una tensión que nunca ha podido superar, la que quedó en evidencia en el funeral del dramaturgo, el 17 de noviembre pasado, en el Teatro Nacional.

En esa ocasión, su hija mayor, Flavia Radrigán, también dramaturga, le dijo: "!Pues que me explique (Juan Radrigán) por qué unos hijos no pudieron entrar a la casa del padre y besarlo. Y despedirse y tocarlo. !Un castigo inmoral e injusto¡".

Cuando le tocó el turno de subirse al escenario, Silvia Marín respondió: "Juan siempre quiso tener una familia unida. Pero sus hijos se lo impidieron".

Sentada en el living del departamento que durante 25 años habitó con el dramaturgo, en un cuarto piso de un edificio sin ascensor, en medio de una calle llena de talleres mecánicos en el centro de Santiago, Silvia Marín dice:

-Cuando ellos fueron a verlo a la Fundación Arturo López Pérez (especializada en el tratamiento del cáncer), la primera semana que estuvo internado ahí, llegaron preguntando dónde estaban sus obras, en qué año había escrito esto o lo otro, como asumiendo su muerte. Eso lo dejó muy mal. Por eso tomé la decisión.

Al respecto, Flavia Radrigán solo se limita a comentar:

-Las cosas no sucedieron así. Acá hay una historia larga, cada uno tiene sus versiones. Lo que sí te puedo decir es que no dejar que sus hijos vean a su padre antes de morir, es una crueldad sin nombre. Es infame. El dolor es inmenso.

Juan Radrigán hijo, por correo electrónico y a nombre de su familia, comenta:

-A la irreparable pérdida de su partida, hay que agregar la aparición de testimonios delirantes sobre sus últimos días, los cuales total y definitivamente no tienen relación alguna con la realidad, sino más bien corresponden a desvaríos de personas que solo se empequeñecen al intentar imponer su cosmovisión maniquea, con la cual esperan obtener una forma de lucrar. Nos permitimos hacer notar que el momento de violencia y grosería que vivimos en el acto de homenaje a nuestro padre, tío y abuelo, y la enorme falta de respeto que soportamos como familia en el cementerio, no nos hicieron desviar la atención de lo central: la despedida como hombre de letras, como amigo, como profesor, como padre, primo, tío y abuelo.

Silvia Marín conoció a Juan Radrigán en 1980, cuando trabajaba como quiosquero en la Plaza Almagro y preparaba la obra Cuestión de ubicación. Ella, que es actriz, entonces ensayaba la obra Mariposa debajo del zapato, de Miguel Littin. Él tenía 43 años y ella 23. Compartieron el teatro y luego formaron una familia. En 1988, ambos tuvieron una hija: Rocío.

De matrimonios anteriores, él tenía dos hijos: Flavia, también dramaturga, y Juan, economista. Ella, uno: Rienzi Laurie, gestor cultural.

Juan Radrigán ya llevaba ocho años viviendo sin su esposa.

Las diferencias entre los herederos del dramaturgo se remontan a esa época. Mientras Silvia Marín dice que ambos eran una pareja establecida, Juan Radrigán hijo dice que si bien su padre y su madre no volvieron a estar juntos como pareja, nunca dejaron de tener una relación profundamente cercana y que él solía ir a estar con ella los fines de semana y que en el último año, esa tradición se había ampliado a los días de semana.

-En lo sentimental y de pareja mi padre tenía la estabilidad de un trompo -dice.

De hecho, su hija Flavia, en el funeral, lo comentó: "La escritura fue la única mujer que realmente durmió con mi padre", dijo.

Silvía Marín:

-Ella (Flavia) siempre habla mucho de las mujeres de su padre, cuando él solo vivió conmigo después de la relación con su madre. O sea, si tuvo algunas relaciones fueron esporádicas. Siempre pensaron que lo nuestro iba a durar lo que dura un suspiro. Entonces, cuando iban pasando los años, yo creo que los violentaba mucho que siguiéramos juntos.

-La única vez que...

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