Dos funerales, unos cabildos - 27 de Abril de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 636293613

Dos funerales, unos cabildos

Da lo mismo si uno está de acuerdo o no con los motivos que esa gente tuvo para hacer una larga cola o para estar detrás de las barreras mientras pasaba el féretro. Lo importante es entender y valorar lo que esos chilenos querían: rendirle homenaje a Aylwin.

Ese ha sido desde hace sesenta años el gran activo de la Democracia Cristiana, el capital social y electoral que aflora cuando esas personas sienten tocada su fibra por algún acontecimiento que les evoca lo mejor de las tradiciones de su partido, de su historia falangista, freísta y concertada.

Casi diez años atrás, para el funeral del ex presidente Pinochet, sucedió algo similar, aunque mucho más sorprendente para los que solo miran la realidad a través de un vidrio opaco: decenas de miles de chilenos hicieron, hicimos, cola para rendir nuestro propio homenaje de gratitud al general. La conciencia de no ser comprendidos por otros compatriotas importa poco: de nuevo lo que interesa es el fenómeno consistente en personas que dedicaron su tiempo para manifestar una adhesión profunda.

En ambos casos hubo serenidad, palabras de reconocimiento, gratitud, exposición de méritos, aunque sin duda una situación se diferenció de la otra porque en la actual los detractores mantuvieron un silencioso respeto, mientras que en la de hace diez años el odio de los contradictores se volcó en celebraciones y agresiones.

Lo positivo de ambos funerales es que cuando de lo cívico se trata, hay chilenos de unas y otras convicciones que manifiestan su posición, comprometen su imagen personal, se dejan ver, adhieren.

Por eso mismo era esperable que al día siguiente del funeral los cabildos integrados al proceso de discusión cívica presentaran una masiva concurrencia. Y el resultado fue exactamente el contrario, un fracaso casi total: reuniones canceladas, encuentros sin quórum, observadores congelándose a la intemperie, una que otra reunión con comienzo y final caóticos.

¿Por qué los concertacionistas que acababan de llorar a Aylwin no le dieron...

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